Fue una discusión de lo más tonta, pero cada uno tenía acumulados años de silencio, incongruencias y culpas. Rolando tenía ataques de pánico. Consulto al psiquiatra quien lo envió al psicólogo. Cuando el psicólogo le dijo el monto de sus honorarios, decidió que sus silencios estaban bien guardados en su inconsciente.
Cada vez que iba al trabajo, transpiraba más de lo normal, creía que la gente lo perseguía.
El era policía, poseía tres armas reglamentarias. Además estaba orgulloso de pertenecer a la policía metropolitana.
La discusión con su padre, fue el inicio de una serie de eventualidades catastróficas, cuyo primer indicio, fue deslizar un comentario adverso acerca del modelo de auto que se había comprado el mismo.
Así siguieron conversando, y luego cada vez levantaban más la voz, y después se gritaban. Lo malo de todo es que era un evento familiar, el cumpleaños de Rosalía, esposa de Rolando.
Rolando había tenido una novia policía, que lo había abandonado después de nueve años de convivencia, aduciendo problemas de incompatibilidad.
Tiempo después supo que había tenido algunos amores con otros sujetos también de la policía.
Nunca se habían llevado muy bien, el padre de Rolando siempre trabajando, y dejando al cuidado de su esposa, la crianza de sus cuatro hijos varones, el cual mas revoltoso y travieso. Padre ausente, madre que ponía límites de golpes a diestra y siniestra.
Lo último que se escucho fue:
- Vos tuviste la culpa de todo.
De repente Rolando se levanto de su asiento y sin medrar motivo aparente, fue hasta el mueble alto y tomo su glock arma 9mm y disparo. Los que estábamos ahí, nos tapamos los odios, y luego del ensordecedor ruido, vimos azorados que cayó al suelo el padre de Rolando.
Ahí mismo nos dimos cuenta que cuanto guardáramos en el inconsciente en algún momento estallaría definitivamente.