"Te lo advertí, aunque quizás pensaste que te lo decía en broma.
Al inicio puedes creer que sólo tengo problemas para relacionarme con las personas. Lo cual es cierto.
A medida que me conoces, vas encontrando que soy mañosa, y un poco cuadrada. Lo que también es cierto.
Cuando ya llevas más de dos meses conociéndome, te das cuenta que la ambivalencia de mis emociones es notoria, que me pongo nerviosa en un grupo muy grande de personas, que me enojo cuando las cosas salen distinto de lo que imaginé en mi mente. Y todo eso, también es verdad.
Cuando superas los tres meses, te das cuenta de que realmente estoy mal. Piensas que tengo problemas y quieres ayudarme. Piensas que no importa si te mando a la mierda al mismo tiempo que te pido que te quedes, piensas que puedes soportar mis cambios de humor, mis enojos, mi pesimismo, mis llantos repentinos, mis gritos, mis crisis.
En esos momentos sólo quieres ayudarme. Que te cuente lo que siento, lo que me pasa, y tratas de entender porqué es que me siento así. Estás ahí en todo momento, me apoyas, me escuchas, me hablas. Estás.
A los cinco meses de conocerme, te das cuenta de que es peor de lo que imaginas. Y qué cada día que pasa es más difícil. Comienzas a molestarte. Me dices que no quiero mejorar, que no valoro tu esfuerzo por estar a mi lado, pese a lo difícil que es. Y yo sigo teniendo crisis.
De pronto ya no nos juntamos tanto.
Luego dejamos de hablarnos.
Cuando logre superarte, conoceré a otro en quién tratar de depositar mi confianza. Puede quizás que pasen otros tres años, y que tenga que mostrarle este texto, como lo hice contigo. Y no servirá de nada.
Y te marcharás sin saber que pasaste 6 meses en la entrada del infierno que yo he vivido durante 27 años."
De hace 3 años. |