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Hacía tiempo que el sol se había ocultado. En la noche cerrada dos jóvenes subían sigilosamente una pequeña loma al borde de la autopista. Estaban eufóricos. Ebrios incluso. Pero su embriaguez no obedecía, como suele suceder, a un consumo excesivo de bebidas espirituosas: apenas se habían tomado un par de cañas cada uno. Su origen era muy distinto, aunque igual de dañino. Su estado alterado de conciencia era el resultado de la ingesta desmedida de un cóctel emocional e ideológico. Un cóctel muy de moda entre la juventud catalana de la época, compuesto por un desmesurado afán de pertenencia tribal (que siempre ayuda a encontrar un sentido a nuestras erráticas vidas) y un regodeo insano (y un punto masoquista) en supuestos agravios recibidos por supuestos enemigos exteriores, caracterizados convenientemente con toda suerte de maldades y defectos.

De repente, uno de los jóvenes empezó a tararear una canción. Al principio no se trataba nada más que de un suave murmullo, pero, poco a poco, según se acercaban a su objetivo, el muchacho se fue animando más y más, hasta que alzó la voz por encima de lo que aconsejaba la situación:

- Baixant de la Font del Gat, una noia y una noia, baixant de la la Font del Gat, una noia y un soldat…

Su compañero, algo tenso, le recriminó su actitud:

- Pero, vamos a ver, Jordi, ¿tú eres tonto o qué? ¿No sabes que estamos cumpliendo una misión? ¿Quieres hacer el favor de cantar más bajo? ¿O de no cantar en absoluto? Eso sería lo mejor, que no cantaras en absoluto. ¿Para qué coño quieres cantar? ¿Quieres que nos descubran? ¿Quieres echar por tierra un plan que tanto tiempo y tanto esfuerzo nos ha costado diseñar? Sólo te pido un poco de compromiso. No sólo con nuestros principios, sino también con nuestros compañeros. No me parece que sea mucho pedir. Además, aunque sólo sea por puro egoísmo, ¿no ves que tu comportamiento es suicida? Imagínate qué harían esos fascistas españoles si nos pillaran. Imagínatelo. Si salváramos la vida, sería un milagro.

- Tienes razón, Pep, como siempre. Pero ya sabes que cuando estoy contento me da por cantar esa sardana, ¿qué le voy a hacer? Me recuerda mis tiempos mozos, cuando estuve en los scouts, qué tiempos… De todas maneras, tampoco creo que sean necesarias tantas precauciones. No hay rastro de presencia humana en muchos kilómetros a la redonda. Pero si tú ordenas que cante más bajito, pues cantaré más bajito, para eso eres el jefe.

- Mejor sería que te callaras. ¿No entiendes lo que significa estar callado? Ya me tienes frito con la cancioncita. Tanta noia y tanto soldat... Además, esa letra huele a rancio que echa para atrás. A rancio y a patriarcal. Porque, vamos a ver, ¿por qué no un noi y una soldada? ¿eh?

- Tienes razón una vez más, Pep, pero, sin ánimo de molestar, soldada no significa lo que tú crees que significa. Una soldada es un salario, un sueldo.

- ¡No me seas machista y patriarcal! Eso será en castellano, pero no en catalán.

- No te enfades conmigo, Pep, pero en catalán significa lo mismo.

- Lo que tú digas, Jordi. Entonces, un noi y una dona soldat. ¿Así te parece mejor?

- No sé si ahora se mantendrán las rimas…

- Mejor, otra razón más para que te calles.

Continuaron el ascenso en absoluto silencio. Al poco rato, habían llegado a la cima. Entonces sacaron las cuerdas y las sierras de las mochilas y se pusieron manos a la obra. Aunque no era aquel un trabajo difícil, no se confiaron y lo ejecutaron con la máxima profesionalidad. No hubo ningún contratiempo. Un “Visca Catalunya lliure”, dicho al unísono por los dos jóvenes con contenida alegría, dio por concluida la operación.

Una vez en el coche, ya de vuelta a Girona, los dos amigos reanudaron la conversación.
Pep fue el primero en tomar la palabra.

- ¡Bien, coño, bien! Lo hemos conseguido, Jordi. Ahora verán que no nos andamos con chiquitas. Ya puedes cantar todo lo que quieras. Estoy dispuesto a aguantar “La Font del Gat” y lo que haga falta.

- Si quieres, ponemos música de la tierra. ¿Quieres escuchar algo de Serrat?

- ¿Pero tú qué dices, insensato? ¿Cómo vamos a poner a Serrat? ¿No sabes que Serrat es un traidor? ¿No te estarás pasando al enemigo?

- No me fastidies, Pep, yo no soy ningún traidor. Esta misma noche has tenido la oportunidad de comprobarlo. Simplemente no sabía que Serrat…

- Pues sí, Joan Manuel Serrat. Y también Isabel Coixet. Y Juan Marsé.

- Pues sí que está mal la cosa.

- Tú procura no desviarte del camino y todo te irá bien.

-Intentaré no desviarme. Pero, si te he de ser sincero, no tengo muy clara la relación entre la causa independentista y la acción de esta noche. ¿Qué tiene que ver la libertad de los Países Catalanes con derribar la publicidad del toro de Osborne?

- Te veo muy verde, muchachote. ¿No sabes que ese puñetero toro representa la España taurina, machista y fascista?

- Yo creo que cada uno es libre de hacer lo que quiera en su casa.

- No te enteras. Ese toro estaba levantado en Tabernas de Valldigna.

-¿Y?

-Pues que Tabernas de Valldigna está en Valencia, y Valencia forma parte de los Países Catalanes.

-Hombre, en un sentido estricto tienes razón, Pep, desde luego, pero…

-Y en un sentido laxo, también. Tengo razón en todos lo sentidos. Te recuerdo que los Países Catalanes están integrados por Cataluña, Valencia, Baleares, Andorra, la Franja de Aragón, la región del Rosellón, la ciudad de Alguer y la sierra del Carche. Esto es de primero de independentismo…

-Tienes razón, desde luego, Pep. Una vez más tienes razón.

-Pues ahora que hemos refrescado las ideas, que te quede claro que hay que acabar con toda la simbología españolista en los Países Catalanes.

-¿Y ha pensado algo el partido? Estoy como loco por volver a actuar.

-No sé si el partido habrá pensado algo o no, pero yo sí que he pensado algo. Mañana mismo voy a proponer a todos los compañeros y compañeras que realicemos una campaña de concienciación, dirigida a todos los propietarios de bares, restaurantes y cafeterías catalanes, para que no sirvan más pinchos de tortilla española, por mucho que se empeñe el cliente.

-No sé si no te estás pasando, Pep.

- Tú conduce y calla, que tengo unas ganas de llegar a Girona para tomarme una butifarra con mongetes…

Texto agregado el 23-05-2018, y leído por 70 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
23-05-2018 Me gustó tu relato. Oye, ¿no podrías hacer una excepción con la tortilla? Aún no he probado la butifarra con mongetes, pero sí he visitado Girona, bellísima ciudad medieval. MarceloArrizabalaga
 
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