Recuerdos inmortales
En la solitaria y alejada casa, llevaba días acostada en su lecho. Apoyados sus blancos y finos cabellos sobre la almohada de plumas
Podía hundirse en una nueva melancolía y no se decidía a dejarlos marchar...los aferraba, se aferraba a ellos. Esos recuerdos inmortales.
La vibración del aire tibio, esa noche del mes de octubre.
.La trasladaba…
Un cuerpo bronceado de exquisitas formas, movedizo, vigoroso. El agradable sonido de una melodía ejecutada con flauta. La torre altísima, soberbia. La plaza iluminada de luna inofensiva, abandonada en el firmamento azul. El beso almibarado, cándido
la más espontánea de las caricias, la más bondadosa de las miradas Alegría reflejada en los ojos.
La lámpara permaneció encendida hasta que un día se apagó insondablemente.
Ni furtivamente pudo conservar algún objeto o pertenencia de esos tiempos,
Heredaba esos recuerdos inmortales que no decidía a dejarlos marchar.
En la noche honda, lo llamaba afligida entre suspiros.
Incansable, tenazmente, lo aclamaba .sin dudas de haber vivido, él hubiera acudido.
Con dificultad se preparó un té de menta y se sentó en el sillón. Todo el día permaneció allí
Miraba por la ventana la lluvia salpicar los vidrios y a los niños del barrio chapotear en los charcos, alejándose sonrientes.
La noche se hizo presente. Pasó del sillón a la cama…
Nuevamente a encontrarse con esos recuerdos inmortales, que no se decidía a dejarlos marchar Colocó su gastado y viejito cuerpo en posición fetal, con mucha fuerza se abrazó a esos recuerdos inmortales, sin atreverse a dejarlos
La mañana soleada despuntaba y ya no los encontró…ella los acompañó…
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