| Poema
 
 ¡No llores guitarra!
 
 
 
 Las cuerdas de mi guitarra lloran melancolía,
 mientras el ave presa en su jaula trina tristeza y lamento.
 Cuando llora mi guitarra se comprime el corazón,
 se hace lodazal el camino y se marchitan las rosas.
 Lentamente se consume la vela que dibuja las penumbras
 y se hace llanto el canto, que modula mi garganta.
 
 Se alarga infinito el tiempo mientras llora la guitarra
 y se acorta la distancia para alcanzar la estación extrema.
 Las canciones alegres del pentagrama cantan llanto
 y las risas, poco a poco, son truenos de tormenta final.
 La guitarra se transforma en un clon de mi soledad
 y sus cuerdas sólo trinan acordes de mi tristeza.
 
 ¡Pobre guitarra mía! Compañera de alegrías e infortunios,
 amiga de momentos infinitos,  de cuitas solitarias
 y confidente de mis letras oscuras, teñidas de abandono.
 Te siento y veo solidaria en todos mis triunfos y fracasos,
 colega fiel cuando escribo, mientras trinas las tres primas
 y complaciente amante, rasgueas las bordonas.
 
 ¡Guitarra, guitarra triste! ¿Cuándo vibrarás arpegios alegres?
 ¿Hoy, mañana, nunca, o para el tiempo de adviento?
 ¡Qué sea pronto, amiga de madera con contornos de mujer!
 Quiero que en tu diapasón vuelva a nacer el canto,
 en tus cuerdas se incube y nazca una nueva melodía
 y  tu cuerpo de madera vibre con el ritmo de una nueva canción.
 
 
 
 
 Incluido en el libro: La espiral del viento.
 ©Derechos Reservados
 
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