Desperté y no se veía nada. La oscuridad total, invadía todo el lugar. Presentí, había estado por siempre.
Estuve todo el tiempo en cunclillas hasta que me cansaba y entonces me paraba todo mi largo. Después de un tiempo me puse de píe, dí unos pasos al costado hasta encontrar el otro extremo; es que esta falta de luz total impedía siquiera que me pudiera ver las manos, sin embargo sentía que lo hacia. Podía poner tres dedos simulando números, luego cuatro hasta cinco; estirar los brazos y no verlos pero saber que estaban ahí, colmo la pertenencia de un manco. Dí dos, tres, seis, nueve; nueve pasos es lo que había de un extremo al otro, luego por el filo, hacia delante, tres, seis, nueve; coincidió con la medición anterior; levanté mis manos sobre mi cabeza y el cielo raso, estaba a solo unos centímetros sobre mí. Era un cubo. Este espacio era cuadrado, cuadrado perfecto, es decir, su construcción era prolija, fina, liza; si lo pudiera ver incluso pensaría que sus paredes eran negras también. El clima o la temperatura del lugar era calida, ideal, no hacia ni demasiado frío ni demasiado calor, incluso el suelo sin tarimas, ni de espuma o alguna otra comodidad, era increíblemente, no sé, no lo puedo describir. Solamente se que me encorvo cada cierto tiempo y entonces duermo en confort.
Nuevamente estoy despierto. Es extraño, no recuerdo mi sueño, me toco la cabeza y me siento distinto, como si estuviera rasurado. Me acunclillo y toco mis rodillas; soy delgado medianamente alto, o eso creo, no tengo forma de medirme, pero si el cubo oscuro es alto, entonces soy alto, pero si fuera más pequeño entonces lo es. Cómo saberlo, pienso y la imagen desaparece en la oscuridad absoluta. Creo en mi mente una figura que imagino que es… Se borra, lo negro del cubo es tan absorbente que incluso se traga mis pensamientos.
Vuelvo a mi soledad perenne decidido a estar en este limbo sin resolución pero, qué es esto? Me impaciento. Veo algo pero, cómo es posible. Es un objeto o eso creo. Trato de acercarme con la curiosidad del ciego y, siento lo que antes durante mucho tiempo no sentía, angustia.
¨Hay alguien aquí¨.
Me duermo en forma automática, como si alguien apretará un botón de desconectado.
No puedo determinar cuánto tiempo estuve inconciente. No hay forma de medir las horas en esta garganta oscura de este cubo negro. Me siento y la sensación de otra presencia me perturba.
-¡¡ Quién esta aquí¡¡ Grito con desesperación para que por lo menos el eco me conteste y, en mi mente se ven las palabras saliendo de mi boca convirtiéndose en cenizas negras cayendo luego al suelo. No hay fonía, no hay sonidos. Sin embargo ese ente esta acá conmigo.
No me pienso quedar todo el tiempo en mi rincón, quiero saber quién es. Me levanto, camino al costado con al precaución de un elefante en una tienda de cristales. Extiendo mis brazos y como si hubiera tocado algo filudo, eléctrico, hirviente salto hacia un lado. Toqué algo y ese algo también salto a su lado, cada asustado del otro, cada uno con angustia y curiosidad a la vez. Regreso a mi lugar en posición de caracol, me meto en mí ser. Me duermo.
Abro mis ojos –ingenuo yo- y creo ver un nuevo día: aparento ver de a pocos a otros que me observan. Me siento de inmediato y observo, es decir, siento que cientos de seres me rodean, entonces me tocan, siento la angustia de un ave en un nido de víboras. Trato de atravesar la pared tan solidad como la oscuridad impenetrable del lugar. Es imposible. Me volteo y enfrento lo inevitable. Todos se sientan a mi alrededor y me ¨miran¨, alguien me toca el pelo y mi cabellera es larga ahora. ¿Cómo es posible eso? Hasta hace un instante era corta. Me preguntan, quieren saber quién soy. No hay palabras que salen de sus bocas, pero las intuyo y, yo también quiero saber ¿quiénes son?, ¿qué hacen acá en esta jaula? ¿Quién soy yo?
Como piezas de dominó cada uno van cayendo, el de al frente que lo siento mayor, el que parece pequeño de mi derecha, uno gordo de mi izquierda y, así, todos se duermen de improvisto, luego caigo yo, y por primera vez o tal vez por ultima sueño.
Me veo corriendo tras un joven en un campo hermoso, lleno de luz y colores. Siento la naturaleza, el ruido rítmico de lo cotidiano, las sonrisas de todos y la alegría de un nuevo día. Sigo al joven a todos lados, como si fuera su gemelo. En eso, veo al pequeño ente que estuvo conmigo en el cubo; recuerdo el cubo; veo al viejo que estuvo al frente; volteó y veo a todos, y los recuerdo como si fueran personas de mi cotidianidad. El joven corre y yo tras él, como un imán vivo. El pequeño corre igual tras el perro; El gordo quieto al costado de un árbol, el otro es ahora delgado a los pies de un poste: otro es sólo un objeto. Me miró luego de acomodar mis ideas y, soy negro y alargado, oblicuo. Descubro todo. Soy una sombra y ellos sombras conmigo.
Pedro Morante
28/05/2017
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