¿Con qué dificultad hay que esperar esos pasos apurados que me hablan de las olas abultadas y monumentales arrastrándome y sin dejarme en paz hasta convertirme en arena y sal?

Estoy a merced de tu tormenta. Y tus temporales en estas orillas me toman del rostro y las manos para lanzarme nuevamente al mar intentando ahogarme sin opción de salvataje.

Y yo que he nacido en la costa me preparo en el vuelo para ir directo hacia él. Cerrar por un segundo los ojos. Respirar hondo una vez más y de nuevo aprender a nadar.

Los pasos son ecos bajo el océano.
El mar es extraño sin su brillo.
Las olas son bajas más allá del sonido.
La tormenta existe solamente en la superficie.
Y el temporal se ha hecho nada.

El miedo es un breve recuerdo cuando visito el Muelle Vergara.