Al atravesar la calle del pueblo de La Loma esta la peluquería de Choche Reyna. En la primera calle asfaltada. Ella es la única propietaria, que luce un diminuto delantal rojo, lo cual hace juego con sus labios pintados de rojo brillante. Tiene el cabello corto, y es muy bella.
Allá vamos todas las señoras de este lado sur. Y por cierto, los chismes que se cuentan en la peluquería son de lo más las variados, jugosos y redituables, a la hora de extorsionar a alguien, por deudas de juego, u otros menesteres.
Voy a lo de Chochy regularmente, porque me he puesto un producto en el pelo, y por no leer la letra chica, me lo he dañado irremediablemente. Parece chicle. Con tratamientos y otros mecanismos ya lo tengo como el de un bebe. ¡Bah ¡No tanto.
Voy a lo de mi amiga Amelia a contarle que fui a la peluquería de Chochy. Esta Amelia también tiene chismes para contar, y en un segundo me cuenta que su hija que trabajaba en lo del Escribano Mujica tenía una libretita de amantes y prostitutas de lujo que llamaba de vez en cuando, al necesitar de sus servicios.
¡Ah, pienso yo, cuanta vulgaridad que sale de su boca!
Como si me interesara la vida de los demás.
Acto seguido me dice el nombre de una de las prostitutas de lujo del Escribano Mujica. Y escucho en forma sutil y vergonzosa de su boca, el nombre de mi peluquera a la que realmente adoro y reconozco muy hábil con la manos, y ahora, por demás hábil en otros menesteres.