Mariposa

Hubo un día en
que fui inmensamente
feliz, fue cuando te conocí.

Tu llegada a mi vida
fue como una bocanada
de aire puro, como el suave
contacto de una hoja primaveral
cayendo sobre mi rostro.

Siempre recuerdo aquellos
momentos en los cuales tu
dulce presencia rondaba por
los pasillos de mi corazón como
la brizna marina otoñal.

Tus ojos, tu profunda
mirada carmesí eran
como aguas tumultuosas,
recias e impasibles.

Tus cabellos de miel,
bañados por la luz del
amanecer eran el tesoro
que siempre busque. Tu
dócil andar eran como aleteos
de una mariposa reina.


Si, reina porque eso
eras para mí, el reflejo
de lo increíble, el reflejo
de la belleza cristalina que
muchos añoran, sin embargo,
pocos encuentran.

¿Qué más daba la
diferencia de edad,
qué más daba que
nuestros mundos fueran
distintos?

Mi amor no sabía
de disimilitudes ni
de oposiciones mundanas.

Fui feliz el día que
te conocí, tan dichoso
fui como profunda mi
desolación cuando tuve
que dejarte ir.

Cuando vi con impotencia
como te desvanecías entre la
niebla. Te escurriste de
mi vida entre mudas
despedidas.

Fui feliz pero
ya no porque
formas parte
de mi pasado.