A orillas del canal, del pueblo de La Loma, vivo con mi segunda esposa, yo, Rubén Toledo, tucumano de nacimiento, mi casa totalmente inundada, y ya está lloviendo hace como cuarenta días sin parar. No hay ropa para ponerle a la beba que tiene un año y medio y usa pañales.
Laura ya no tiene ropa que ponerse, y yo tampoco tengo para ir a trabajar. Soy albañil y estoy pintando la casa de una señora por afuera. Soy muy respetuoso y por eso me quieren y me recomiendan. No me llevo nada de la casa de los demás. Todos tienen televisores grandes, computadores que yo no sabría como usar, tienen esas tablitas donde no se qué cosa hacen, claro ellos no tienen que trabajar como yo, que le doy a la brocha gorda de ida y de vuelta.
Se me cansa un poco el brazo pro otra cosa no sé hacer, se un poco de electricidad con la ayuda de mis patrones.
¡Qué sociedad tan injusta. Algunos tienen tanto y otros tenemos tan poco!
A mi primer esposa le deje la casa, que construí con mis manos, y a mis dos hijos, les construí una casa a cada uno, allá en Tucumán, donde hace más calor que acá, en este pueblito donde llueve todo el día. Allá se cosecha la caña de azúcar, y los dueños son unas personas de lo más importantes, dueños de medio Tucumán y del Azúcar Ledesma.
En Tucumán corren varias historias con los dueños de Ledesma. Que fueron cómplices de la dictadura que subió en el país allá hace ya, casi cuarenta años, y que ellos querían a los militares.
Para hacer sus negocios sucios y turbios, ganar dólares a montones, la bicicleta financiera y todo eso, que la gente común no sabe ni decir.
Hace ya dos años que estoy en La Loma, con Laura, y la beba llora y llora, es que la señora a la cual le pinto la casa se fue a Buenos Aires, y me dejo plantado. Y no tengo dinero para comprar la leche.
Parece que abrió la despensa, ahora voy a pedirle un cartón de leche, y casi casi que dejo de llover…
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