Por Jazbel Kamsky

LA INTIMIDAD

Mercurio tras proponer el anillo de Jupiter a Venus, la convenció de entregarle la más bella flor de su jardín, llevándola pronto al santuario de San Valentín, aquel rincón de las cuatro perillas, lugar donde las más duras armaduras, por el intenso calor de la pasión, caen fundidas.

A la luz de la luna, las lujuriosas sábanas se movían turbulentas como la vieja mar, quien a pesar de ser vieja arrulla con sus olas y a más de uno le agita las bolas.

Aquellas bolas donde la amante, la diosa Venus, cual abeja reina termina el recorrido del tortuoso sendero carnal, guiada quizás por el néctar depositado en cada teste como si fuera dulce miel del panal.

La intimidad es una extraña paradoja, pues por más frecuente se presente el incendio, por más orgasmo se produzca al final del encuentro, por más retumbante lata el corazón de cada amante, nunca podrán compenetrarse tanto sus almas como al reírse juntos de un ruidoso pedo que rompa la calma.

Fin.