GOLONDRINAS Y TAMALES, (DE ARGENTINA A cALIFORNIA)
Es asombrosa la puntualidad con que todos los años el 19 de marzo miles de visitantes se congregan para observar la culminación de una de las migraciones entre aves, más
larga del mundo, se trata de la llegada de las golondrinas a la misión de San Juan Capistrano, en el sur de California, luego de un mes de viaje desde Goya Provincia de Corrientes Republica Argentina, anunciando
la primavera. Dicha misión, hoy en ruinas, fue construida en 1776 por fray Junípero Serra en medio de 2 ríos y muy cerca del mar, por lo cual el sitio resulta muy atractivo para pájaros, pues abundan los insectos que componen su alimentación. Además, las cornisas y arcos de los edificios --devastados por un terremoto en 1812-- les ofrecen recovecos
seguros para construir sus nidos, hechos de barro.
Cuentan que antes de establecerse en San Juan, las golondrinas se aposentaban en sus alrededores, hasta que un posadero destruyo sus nidos. Las aves, entonces, pidieron
refugio en la misión, donde los monjes las acogieron con afecto y respeto.
En una de las habitaciones desocupadas de la antigua misión sustituida por una austera capilla de adobe cuya sencillez esta enmarcada por coloridos jardines—el
chef estadounidense de ascendencia mexicana John Sedlar Rivera abrió un "Museo del Tamal". Oriundo de Albuquerque, Nuevo México, Rivera crecio al amparo de su
madre y tias, a quienes veia todo el dia en la cocina y que le ensenaron el gusto por la cocina mexicana: --El tamal es para mi como la metafora de una familia que se reúne
para preparados mientras platican y la casa se llena de aroma y color --refiere.
En el recinto se exhibe un video que muestra el proceso para hacer tamales. También se pueden ver algunas de las variedades preparadas en distintos puntos de Mexico, como
elzacahuil, un tamal gigante del norte de Veracruz, los tamales oaxaqueños de mole negro en hoja de plátano, y los tamales de dulce con su color rosa tan propio.
Entre el 17 y 21 de marzo se lleva a cabo la "Fiesta de San Juan Capistrano", en la cual miles de visitantes visitan la mision, oyen mariachis y degustan tamales en medio de
coloridos adornos mientras esperan la llegada de las puntuales golondrinas emigrantes.
LAS GOLONDRINAS - Canción
Letra: Jaime Dávalos
Música: Eduardo Falú
1963
¿Adónde te irás volando por esos cielos,
brasita negra que lustra la claridad?
Detrás de tu vuelo errante mis ojos gozan
¡la inmensidad...la inmensidad!
Veleros de las tormentas se van las nubes,
en surcos de luz dorada se pone el sol;
y como sílabas negras, las golondrinas...
¡dicen adiós...dicen adiós...!
Vuela,vuela,vuela,golondrina,
vuelve del más allá.
Vuelve desde el fondo de la vida
sobre la luz, cruzando el mar...
¡cruzando el mar!
Un cielo de barriletes tiene la tarde;
el viento en las arboledas cantando va
y desandando los días mi pensamiento
¡también se va...también se va...!
Cuando los días se acorten junto a mi sombra
y en mi alma caiga sangrando el atardecer,
yo levantaré los ojos pidiendo al cielo
¡volverte a ver...volverte a ver...!
ANEXO
* Cuenta Jaime Dávalos acerca de esta canción: "En el patio de casa aparecían de pronto, con los primeros colores un día, llenando con sus chirridos de alborozo aquel ámbito de nuestros juegos donde El Tata estaba casi siempre sentado en su sillón de mimbre leyendo. Las campanas de San Alfonso contribuían entonces a insuflarle encantamiento a la visita de las golondrinas en aquellos cielos donde grandes nubarrones anunciaban la próxima estación de las lluvias. Los días eran largos y se demoraban en la agonía de la tarde. Lo recuerdo. Una tarde así en la que salía de la convalecencía de una larga gripe. ¡Vi tan nítido el aire! Me subí al techo y de espaldas sobre las chapas de zinc aún tibias, miré hacia arriba tratando de abarcar la vasta redondez comba del cielo de una sola mirada, sin pestañar; quería ver todas las golondrinas de una vez, sin necesidad de seguirlas una por una en el vuelo loco con que garabateaban el azul hondo, tiritante de la luz.
En el horizonte cenizo del arrabal a ras de los techos, los barriletes subían como fantasmales rayas coleando, nadando hacia las primeras estrellas pálidas, y el viento hacia saludar gravemente a los árboles. No sé cuanto tiempo permanecí echado así, pero me despertaron aquella fiesta de la contemplación los maullidos de aquellos gatos que ya sentían también como las golondrinas y yo, el advenimiento de la primavera.
Cuando Eduardo (Falú) me hizo oír la música de lo que después sería "Las golondrinas", voló mi pensamiento tiempo atrás y desandando los días recupero el alborozo triste de aquellas tardes de la infancia; los conmovidos versos de Gustavo Adolfo Bécquer; algo que me dictaba Leopoldo Lugones; y la vida, esa que siempre se nutre de la literatura sin temor de canjear entre ambas, de plagiarse o imitarse porque las dos son autoras de un sueño en el que devenimos polvo. La música, repito, con su fuerza evocadora citó en mi las palabras donde la experiencia sensible de los días lejanos quedó apenas atrapada, tan apenas como en la red de vuelos de las golondrinas en el ancho cielo del asombro" (Jaime Dávalos, "Yo soy quién pinta las uvas", 1980)
POEMA DE LAS GOLONDRINAS (Jaime Dávalos)
Amo las golondrinas
porque son como mi alma
fugaces visitantes de lo desconocido.
Aparecen de pronto,
cuando la primavera en el aire
decide la derrota del frío.
Me traen de los cielos remotos de la tierra
la nostalgia despacio
y el ansía de infinito
con que mi sangre
viene venciéndola a la muerte
y afirmando la vida
a través de los siglos.
Las veo,
entre celajes de nubes ampulosas
que copia en el espejo de las aguas el río,
festejar la tormenta que presienten
volando al ras del agua
ebrias de librar su instinto.
Porque son como flechas del arco iris
jugando en el azul abierto
su secreto destino.
Yo creo,
que a mi vienen
desde el fondo del tiempo
para que no me olvide
de mi origen divino.
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