Sentía el agua acariciar su cuerpo escurriendo por causa de la gravedad, abriéndose camino por cada irregularidad de su esmirriado cuerpo. Apurada bajaba huyendo del contacto no deseado, intentando mantenerse aislada de todo lo que inevitablemente debía tocar. Escurría formando esferas casi perfectas que abandonaban en sacrificio de liberación parte de su propia esencia sobre la repulsiva piel.
Lo extraño, no era que se precipitaran obligadas por la gravedad, eso le resultaba normal. Lo perturbador era haber percibido, por primera vez, la repulsión que le causaba al agua mezclarse con todo lo que estaba a su alrededor. Más sorprendente aún le resultó mirar la deformación que se producía en el sumidero en su huída, ese perfecto corte circunferencial que perdía excentricidad y delicada asimetría a causa de la intempestiva huida del agua. Quizás como una última queja o burla por haberse librado de tan despreciable realidad escapaba dando un peculiar sonido, como si fuese un lobo aullando a la inalcanzable luna. En un acto engañoso, distorsionando la realidad ante sus ojos, desfigurando ese perfecto sumidero para evitar ser perseguida, se alejaba entre aullidos de júbilo ansiosa de ser tragada por el escape.
Fue en ese momento, donde comenzó a rondar esa extraña idea en su cabeza. ¿Y si lo que el agua en su huída mostraba de aquel sumidero era real, una percepción oculta a nuestros ojos? —Es decir— ¿Y si nuestro universo, y en consecuencia nuestra realidad, se compone de una mezcla de materia impulsada desde el inicio de la creación huyendo ansiosa de nuestros sentidos, buscando ocultarse de nuestra inquietante presencia? —Y de ser así— ¿No será toda nuestra realidad distorsionada en su huida? ¿Y todo lo que creemos ver es solo nuestra pobre interpretación de una realidad que nos abandona alejándose? ¿Escapará de nosotros o solo se mueve hacia su alucinante destino final?
¿Tal vez él podría hacer lo mismo que el agua? Dejarse arrastrar por el universo para desintegrarse sin perder aún su esencia, dejando en su huída rastros de sí, como pago justo para averiguar hasta donde lo llevaría. Se dispuso pues, con su cabeza inclinada bajo el agua alzó su brazo, con la idea fija de lograr liberar las moléculas de su dedo de modo de que fuese arrastrado al igual que el agua hacia donde la expansión del universo lo llevará. Estuvo así por varios minutos, al cabo de los cuales comenzó a sentir como si la punta de su dedo se desintegrara. Levantó su mirada y sorprendido quedó al ver, como desde su mano se alzaban en graciosos movimientos, un remolino hecho de un sin número de pequeñas esferas similares al agua, que en su interior encapsulaban definidas y hermosas tonalidades. Un dolor intenso e inexplicable que casi le causa un desmayo lo sacó abruptamente del transe. Intentó mover su dedo que acababa de reintegrarse, seguramente había quedado entumecido a causa de la fabulosa transformación que había experimentado segundos antes.
¡Lo estaba logrando! —Exclamo. Sin embargo el dolor era tan intenso que no lograría realizar la trasformación de todo su cuerpo por completo. Antes de completarla se desplomaría inconsciente sin lugar a dudas. ¿Qué podía hacer para soportar el dolor sin desmayarse, hasta alcanzar, a lo menos, desgranar las terminales nerviosas que podrían interferir con su increíble transformación? Se le vino una idea algo peligrosa. Debía adormecer su cuerpo a un punto cercano a la inconsciencia sin llegar a perder consciencia, donde los estímulos del dolor no fuesen significativos de modo de poder completar su transformación: La dilución de su esencia en el entorno que lo envolvía.
Se armó de valor, tomó una hoja de afeitar, con la cual hizo unos pequeños cortes en sus muñecas, algo insignificantes que no le quitarían la vida, pero que le permitirían distraer su atención al dolor hasta llegar a un estado de placentera somnolencia y ahí poder realizar su trasformación por completo. Y así lo hizo.
Nuevamente se inclinó bajo la ducha, dejando escurrir el agua sobre él, esto le ayudaba a encontrar ese estado de concentración que lo había llevado a desintegrar su dedo. Y lentamente después de estar varios minutos en esta posición, comenzó a ver como las moléculas de sus pies, giraban en armonía sin estrellarse unas a otras, formando un ordenado ballet de diminutas esferas, que al igual que las gotas de agua eran arrastradas por la gravedad hacia el sumidero.
Su esmirriado cuerpo comenzaba a desintegrarse paulatinamente desde los pies elevándose sin dolor hasta su cabeza. Sintió entonces un leve estruendo, un sonido muy similar al que se escucha al abrir una botella de champaña. Su consciencia festejaba el haberse desprendido de su cuerpo, elevándose por sobre las gotas de agua, para quedar como muda observadora, aprisionada en el enmohecido cielo de la habitación de baño. Desde esta paralizante posición, logró observar como su cuerpo entero se alejaba en ese ansiado viaje hacia los bordes de la existencia. Sin embargo él, o lo que quedaba de él, aún continuaba inmovilizado en esta angustiosa posición. Era este el momento exacto, donde debía seguir su cuerpo que se alejaba por el desagüe. Darle un rápido alcance, con el fin de encontrar luego la forma de poder rearmarse.
¿Pero era esto realmente necesario? Su conciencia se había separado de aquel asqueroso traje. A fin de cuentas, lo que se había ido por el sumidero no era más que desperdicio que lo ataba para poder llegar hacia donde todo iba, hacia los bordes de la existencia, donde la oscuridad virgen era iluminada por la luz. Ya estaba listo para el viaje, no había dolor, no había necesidades, solo esa inquietante curiosidad de llegar donde quizás nadie había estado antes.
Comprendió que el sentirse atrapado en el cielo húmedo del baño, era solo un rebote perceptivo de las limitaciones de su anterior existencia, y comenzó a desear con toda su esencia el poder ser trasportado sobre la materia en la dirección donde él deseaba llegar. Estaba seguro que ese era el modo de poder trasladarse, ya que le había funcionado antes para comenzar a desgranar su cuerpo. Ahora le permitiría viajar a donde quería llegar.
Comenzó a comprender que finalmente todo se daba en la voluntad, aquella era la fuerza que sometía la energía y la materia de toda la creación. De pronto, comenzó a sentir un vértigo inexplicable. Intentó fijar su atención en las nuevas partículas que lo rodeaban pero estas parecían alejarse violentamente. ¡Estaba funcionando! No eran las partículas las que se alejaban, era su consciencia que se había puesto en un viaje estrepitoso hacia donde su voluntad lo conducía. El vértigo nuevamente, no era más que los ecos perceptivos de su existencia anterior, que en su nuevo estado, lo utilizaba a modo de avisos para que comprendiera que su viaje había comenzado. De pronto tuvo la sensación de haber escuchado tres fuertes golpes, tras los cuales su velocidad parecía incrementarse, pues intentaba percibir a su alrededor y todo parecía estar quedando atrás, muy atrás. De seguro era la señal que su nuevo estado de existencia le daba para indicarle que el destino estaba cada vez más cerca.
La luz comenzó a quedar rezagada y todo su entorno comenzó a cubrirse de una fría oscuridad. Súbitamente sintió como si hubiese recuperado sus ojos, tras un luminoso destello que lo dejó encandilado. Comenzó a llorar descontroladamente. Parecía estar naciendo nuevamente desde un nuevo vientre. Abrió lo que parecían ser sus nuevos ojos y observó sobre un espejo dos formas humanas vestidas completamente de blanco trasladando su anterior cuerpo cubierto de sangre, entre los sollozos de su madre, que repetía conmocionada: “Si no hubiesen derribado la puerta de tres patadas quizás ahora mismo estaría muerto”.
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