Soy la voz que se acalla a sí misma,
porque sé que las palabras dichas
en los oídos de quienes no escuchan
nuevos alicientes de perdición son,
porqué sé que las palabras dichas
en los oídos de quienes si escuchan
más que alimento, destrucción son.
Sé que las palabras no quitan la vida,
y que esto no tiene mayor importancia.
El temor viene de mucho más lejos.
La muerte se alza como simple lacaya,
cuando la guerra es por la eternidad,
y en el fragor de una aislada batalla,
el silencio conserva intacta la necesidad.
Soy el monje que repite sus oraciones,
por temor a que alguien escuche su canto.
Confiando que son las rigurosas oraciones
las necesarias para los oídos incautos.
Atemorizado por que la maldad ronda,
sedienta en busca del canto aislado,
deseosa de la voz que resuena honda.
Los temblores se toman el cuerpo
que se resiste agitado, avergonzado.
Y la mirada se desprende al suelo,
ocultándose para evitar ser señalado.
¡Ay de mi! Ruego no ser advertido
susurrando desgraciados cantos
que suenen como secos chasquidos.
La sangre se enfría, la boca se seca,
con doloroso castigo que suave daña,
sube destrozando desde las vísceras
cada cobarde negación que arranca,
temerosa de asentir sin consentir.
Y que se aleja sepultando aliviada
la viva mentira del trastocado decir.
Soy la oculta oveja en el rebaño
que ya sabe lo que es el rebaño.
Soy la oveja que ya no se aventura
por los precipicios de la muerte
en la propicias búsquedas de vida,
pues no desea más en su garganta
un nuevo puñal con sangre de sacrificio.
Soy la oveja aseada que se revuelca
con barro del rebaño para confundirse.
Soy la oveja que se resiste a cantar,
que balando espera llegar a fundirse.
Pues el canto en vibraciones se alza
graciosamente inadvertido, peligroso
para las fortaleza de la necesaria certeza.
Para destruir el bastión de la seguridad,
dejándonos vulnerablemente expuestos,
desnudamente desvergonzados,
orgullosos de cuan bueno suena
aún cuando sean solos bellas contracciones,
en una garganta que no conoce de armonías,
que se ufana de sus propias contradicciones. |