Aquel niño.

No sé si escribir en mi libro de notas y recuerdos o escribir en el aire. De cualquier forma el papel terminará en un océano profundo y los seres que habitan el fondo no leen, suelen mascar por horas las palabras con bocas gigantes que asemejan bostezos y luego cierran, duermen, tienen novia y procrean centenares de peces y quisiera decirles que comieron letras; pero no entienden.
Quiero escribir porque soy un ser sin lengua y tiene tiempo que perdí el coraje. Pasa que vivo en el fondo de alguna otra parte donde todos parecen tener casa y divertirse. Hasta sonríen de vez en vez y publican imágenes de glúteos y lugares donde se acumula grasa. Quieres pensar que es verdad, que no hay niños con hambre porque cuando nosotros fuimos pequeños el piso era de tierra y nuestra madre cocinaba los mismos granos de aspecto reciclable sobre una hornilla. Siempre iguales, cantidad y calidad. Hubo tiempos que quise conversar con ellos y de alguna forma intimidarles. Es que a ratos deseábamos saber de un aguacate, melón o cualquier tipo de carne. Sí, quisiera creer que los tiempos cambiaron y otros niños lograron caminar sobre azulejos. Que sus madres no lloran. Que no roban. Luego las palabras se las lleva el viento y no sé, dejo de escribir por años.

RH