Te ofrezco girasoles, no tengo rosas.
Te ofrezco flores simples, silvestres,
flores amarillas llenas de rocío;
que no se complican con pétalos o perfumes.
Te ofrezco manzanas, no tengo frutas tropicales.
Te ofrezco manzanas legendarias,
la de Eva, la de la discordia, hasta la de Blanca Nieves;
tú decides si probarlas.
Te ofrezco mis libros que de cierta manera son clásicos.
Te ofrezco mis garabatos que no son pinturas.
Te ofrezco mis poemas que no son de amor, ni de nostalgia, o sí.
Te ofrezco mi dolor y mi locura.
Te ofrezco mis viajes, mis piedras, mis fotos viejas.
Te ofrezco mi rencor y mi dulzura.
Te ofrezco mis mariposas y mis fantasmas,
quiza algún murciélago y la luna.
Te ofrezco lo que soy y lo que siento;
lo que he hecho, lo que debo, lo que aún sueño;
lo que me he inventado, lo que heredé de mis ancestros;
mis amigos y mis besos.
Te ofrezco mis ojos, mi voz, mi aliento;
mi vagina, mis deseos;
mi corazón, mi hígado, mi cerebro;
uno de mis riñones (el otro es para algo que presiento).
Te ofrezco mi vida y mi cuerpo.
Te ofrezco el amor como lo siento.
¿A cambio de qué?
De que creas en mí, de un abrazo, de un beso.
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