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Mi dulce caminata me satisface con el silencio,
pues de silencio, soy un hecho, y del mismo
soy cuanto soy y soy cuanto pienso:
¿Es el ruido el embate del sosegado lienzo?
Te conocí en el puente de un río,
eras fuerte, soberbio y triste;
pero tú, una lágrima de acero frío
cayó callada sobre la pútrida balaustrada.
Viste en mí arrugas azules, cortes en la barba,
una resignación anciana, muda y dura,
te escuché decir que tenía una mujer en la mirada,
y callé. Callé su lágrima, callé los clavos de los Cristos del alma.
Soy un ruido sordo. Un atollo torvo.
Eres ruido. Eres torvo.
Soy el resto. Una concentración suicida.
Un atollo sordo que sucumbe ante el ruido torvo.
A veces deseo ser tú, cada vez que me encuentra
el dulce silencio que me atormenta.
Dulce, cuando el arrullo canta en el río;
tormento, al no escucharme ni a mí mismo.
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Texto agregado el 15-04-2018, y leído por 85
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