CUENTO
EL PARALELISMO DE LAS CALLES
Un hombre compra un diario y una pequeña caja de leche con chocolate en el kiosco de la esquina e inmediatamente aborda el autobús amarillo que de lunes a viernes lo lleva a su trabajo, en aquella mañana lluviosa de julio. Mira su reloj el cual le muestra que es muy buena hora para llegar puntual a la fábrica, al ver que éste marca exactamente las 07:30 AM.
A dos paradas desde donde él subió, ya habiendo pasado cinco minutos, jadeando sube otro hombre que al observar su reloj ve que igual al del otro hombre, sólo que un poco antes, marca las 07:30 AM. También lleva un diario bajo el brazo, por coincidencia el mismo que compró el pasajero anterior.
Este hombre que sube, se sienta en el único asiento que queda desocupado, justo al lado del hombre que había subido unas cuadras antes.
Sin mirar, o sin ver al pasajero vecino, este último abre el diario y se dedica a leerlo al igual que su vecino de asiento que también comienza en ese mismo momento a leer su propio diario, después de tomar un par de sorbos de su leche chocolatada al tiempo que trataba de observar la lluvia por el vidrio empañado de la ventana del autobús.
Algo extraño hay entre ellos, son muy parecidos en su físico y en sus facciones, más bien son prácticamente idénticos. ¿Acaso serán hermanos gemelos?
Pero al parecer no lo son además no se deben ni siquiera conocer, pues se ignoran por completo incluso hasta parece que ninguno de ellos se da cuenta el uno del otro, como si alguno de ellos o ambos no existieran.
Sin embargo, tienen otras particularidades, como por ejemplo, ambos llevan relojes pulsera de idéntica marca e iguales características, con esferas digitales de brillantes números y provistos los dos relojes con pulsera de cuero color negro, la única diferencia es que uno de ellos está adelantado casi en cinco minutos con relación al otro o viceversa uno atrasado en relación al otro.
Además de ser ellos idénticos, prácticamente visten igual, ambos van con camisa blanca, traje gris claro bien planchado, impermeable color gris oscuro, negros los zapatos que a pesar de la lluvia se ven bien lustrados; gris claro también el sombrero de tela especial para la lluvia.
La diferencia está en que sólo uno de ellos lleva puesta una corbata azul, el otro también lleva corbata, pero la lleva en un bolsillo de su impermeable, de donde asoma una punta y también se ve que es azul, al parecer no alcanzó a ponérsela.
¡Qué coincidencia! Ambos pasajeros usan anteojos ópticos en apariencia iguales.
Los dos siguen leyendo sus respectivos diarios, ambos diarios de 20 páginas cada uno. El primero que subió comenzó leyendo la página número 19 sin mirar la contratapa, el segundo en subir empezó leyendo la pagina 1es decir la portada.
Mientras uno avanza página a página el otro retrocede.
En una de las paradas sube un vendedor al cual uno de aquellos hombres, el que subió último, le compra un jugo de naranja en envase plástico el que paga con $500 que sacó de su billetera de cuero negro, donde también se veía su documento de identidad. El vendedor se sorprende, puesto que todos los días los muchas personas del mismo autobús le compran jugos, galletitas, chicles y caramelos, en tanto ese día solo este pasajero le compró el jugo.
Siguen cada uno leyendo el diario, mientras uno retrocede en las páginas el otro avanza o viceversa uno avanza mientras el otro retrocede.
El primero lee la 19, el segundo la 1
El segundo lee la 2, el primero la 18
El primero lee la 17. El segundo la 3
El segundo lee la 4, el primero la 16
El primero lee la 15, el segundo la 5
El autobús avanza por las calles de la ciudad, prácticamente su recorrido la atraviesa de sur a norte. Suben y bajan pasajeros, vendedores, músicos, cantantes, también un señor bajito, flaco, con traje raído, corbata que alguna vez fue roja vendiendo agujas de todo tipo con enhebradores para las mismas.
Los relojes ahora marcan una menor diferencia de minutos, poco más de dos, parece que uno tratara de alcanzar al otro o el otro espera para que lo alcance.
Los dos hombres continúan leyendo sendos diarios, el uno lo hacía de la 1 a la 20 el otro de la 19 a la 1.
Y así seguían: El segundo la 6, el primero 14.
El primero la 13, el segundo la 7
A medida que se acercan a las páginas centrales ambos sienten como que el asiento se torna estrecho, que el microbús avanza a más velocidad de la debida, además perciben una ráfaga de viento helado que penetra por la puerta delantera la cual después de recorrer el pasillo escapa por la puerta trasera. Sensaciones que sólo inquietan a esos dos pasajeros.
A pesar de esas sensaciones, muy particulares de cada uno, siguen ensimismados en la lectura de sus diarios, curiosamente ambos tardan el mismo tiempo en leer cada página de aquél, pues el cambio de una a otra es simultaneo.
Los relojes han acortado aún más su diferencia de hora, ahora ella es de menos de un minuto y los números parecen más brillantes.
El segundo lee la 8, el primero la 12
El primero lee la 11, el segundo la 9
El autobús sigue avanzando a toda velocidad, mientras la lluvia afuera es un diluvio.
Ambos hombres simultáneamente llegan, el segundo dando vuelta la hoja de la 9 a la 10 en tanto que el primero de la 11 a la 10 en sus respectivos periódicos…
Los dos se encuentran al mismo tiempo leyendo la página 10 de sus respectivos diarios. En ese preciso y justo momento el autobús choca con un pesado camión que intempestivamente cruza la calzada resbaladiza, produciéndose una gran colisión en una calle adoquinada, de un barrio alejado del centro de aquella ciudad…
En medio del chirrido de frenos, el ruido de vidrios rotos además de latas retorcidas, los dos hombres quitándose ambos sus anteojos ópticos, se miran por primera vez…con sorpresa y estupor ven como se reflejan cada uno en el rostro del otro, como si estuvieran frente a un espejo, solo que uno está sin corbata. Esa visión dura solo una décima de segundo o quizás una fracción de centésima de segundo…
Mientras el autobús da tumbos con fuertes sacudidas, por lo cual ambos pasajeros salen despedidos con fuerza al exterior; después de volcar en el pavimento mojado dando un par de volteretas más, se estabiliza a unos cincuenta metros más adelante.
Se juntó gran cantidad de curiosos, llegaron varias ambulancias, también un camión de bomberos, se presumía que había muchas personas con graves consecuencias. Sin embargo los policías que llegaron en varios vehículos inmediatamente se dieron cuenta que a pesar de la violencia del choque, los pasajeros salvo alguna fractura menor, contusiones, rasguños y susto, no tenían grandes problemas que lamentar. Las víctimas fatales serían aquellas dos personas que salieron despedidas por la ventana cincuenta metros más atrás.
Al interrogar, los policías, a los pasajeros ilesos, aunque varios lo manifestaban, el único que realmente aseguraba que eran dos personas las que volaron por los aires agregando que los dos iban en asientos contiguos, era el vendedor de enhebradores de agujas, de los demás ninguno estaba tan seguro de ello.
Grande fue el estupor de los policías incluido el oficial a cargo, como también del funcionario que debía autorizar el levantamiento de los cuerpos de los occisos, al constatar que era solo una la persona fallecida, mientras que algunos pasajeros, aunque no muy seguros, seguían diciendo que eran dos las personas que de ese asiento habían salido disparadas violentamente en una de las vueltas del autobús, pero sobre todo el que más aseguraba e insistía que eran dos personas, seguía siendo el vendedor de enhebradores para agujas.
Recorrieron buscando minuciosamente por el lugar pero no había otro cuerpo, solo uno.
Perplejos, quedaron oficial y policías, cuando se dieron cuenta que el occiso portaba dos relojes de similares características, ambos marcando la misma hora: las 8:00 AM que fue el momento preciso del fatal accidente, además encontraron dos bolígrafos metálicos similares, sendos llaveros con tres llaves de similares características cada uno, también dos billeteras iguales de cuero negro conteniendo documentos repetidos con el mismo nombre, la misma edad, la misma nacionalidad, con fotos casi, casi idénticas; la diferencia era que una mostraba los ojos un poco más cerrados que la otra, como si hubiera habido un pequeño lapso de tiempo entre la toma de una y otra, otra diferencia era que en una de las billeteras habían 13.000 pesos, mientras que en la otra 13.500, una diferencia de $ 500, el mismo valor de una gaseosa que el oficial compró a un vendedor que de repente apareció por el lugar, el que ya no estaba al querer comprar un chicle, el vendedor había desaparecido.
A todo lo encontrado agregaron dos pares de anteojos ópticos que un policía encontró en el piso del autobús, debajo del asiento donde supuestamente iban aquellos dos pasajeros, lo más extraño de esto era que los cristales no habían sufrido ningún daño.
Al oficial los detalles que más le intrigaban, además de los relojes de iguales características, eran que el muerto llevaba puesta una corbata azul, al tiempo que otra similar asomaba en un bolsillo de su impermeable, también una botella plástica de jugo de naranja mezclado con leche chocolatada más una caja de leche chocolatada mezclada con jugo de naranja.
Después del tiempo que llevaron los trámites de rigor el oficial miró la hora en su reloj pulsera: las 10:00 AM e inmediatamente se acordó de aquellos relojes que tanto le llamaron la atención. Los volvió a mirar detenidamente dándose cuenta de que estaban funcionando, uno marcaba las 10:00 AM igual que el suyo mientras que el otro tenía las 09:55 AM, es decir estaban adelantados o atrasados en cinco minutos uno con relación al otro.
Quiso preguntar la hora a un policía cercano, luego se arrepintió y cabizbajo se alejó caminando lentamente pensando y preguntándose:
—¿Tiempos paralelo desfasados por minutos?
—¿Murió una persona o fueron dos?
—¿Dos personas distintas o la misma dos veces?
—¿En qué tiempo estaré yo?
—Estaré cinco minutos adelantado o acaso estaré en los dos?
Con esos pensamientos compró un chicle al mismo vendedor que le vendió la gaseosa, hacía poco rato, el cual extrañamente había desaparecido, ahora como por arte de magia lo encontró en la esquina conversando con el señor flaco que vendía agujas.
Ya no llovía, observó la calle, escudriñó el cielo nublado, una vez más miró el autobús chocado y notó que los dos vendedores lo miraban…
Un par de minutos estuvo, ensimismado en sus cavilaciones, observando el suelo mojado. Nuevamente miró la calle, observó que los vendedores se iban desplazando velozmente en dirección contraria al autobús chocado, hasta perderse al doblar una esquina corriendo en demanda de una calle paralela.
Con una decena de interrogantes anotadas en su libreta, subió a un automóvil que lo esperaba, miró la hora… volvió a mirar los otros dos relojes a la vez pensando en el paralelismo de las calles además de la convergencia de los tiempos paralelos e inconscientemente escudriñando las calles buscando los furtivos y enigmáticos vendedores, se alejó del lugar.
Las calles esconden muchas situaciones ignoradas entre su paralelismo, como así también existen incomprensibles vivencias entre tiempos paralelos.
Incluido en libro: Cuentos de Vientosur
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