La feria.
La feria de Tristán Narvaja, en Montevideo, es una de las ferias más grandes y me atrevo a decir que no sólo del Uruguay.
En dicha feria se vende cualquier cosa, desde frutas y verduras hasta lo inimaginable en sus muchas cuadras. Los feriantes llevan desde tornillos a muebles y electrodomésticos, ropa usada y nueva, repuestos de lo que quieras allí es muy probable que lo encuentres y hasta animales, loros, perros, palomas, conejos, gatos aunque dicen que los pájaros están prohibidos yo los he visto con sus brillantes plumas enjaulados y sin agua ni comida.
El ser humano cuando hay dinero de por medio se olvida hasta de sí mismo.
Y fue un domingo cuando Martín concurrió con sus padres a comprar verduras que la vio, era una lámpara de forma muy rara, con una pantalla de color carne y pie de bronce a un precio muy pero muy barato y se lo comentó a sus padres, él necesitaba una lámpara para la mesa donde tenía su computadora y esa le había gustado mucho.
A pesar de que a su madre no le agradaba, al fin se la compraron y Martín se la llevó a su casa muy contento.
Esa noche Marín prendió su lámpara nueva pero al ver que estaba manchada la base, la desenchufó y la limpió, tan brillante quedó que parecía de oro.
Contento con su trabajo de limpieza, la volvió a enchufar para hacer su tarea para el lunes.
Luego de terminados los deberes, apagó la lámpara y se acostó.
Martín no acostumbraba a soñar pero esa noche tuvo un sueño muy raro y lo más extraño fue que al levantarse pudo recordarlo algo que jamás le había sucedido y no sólo eso al cerrar su computadora notó que la lámpara estaba encendida aunque estaba seguro de que la había apagado al ir a dormir.
No quiso contar nada a sus padres pero luego de varias noches seguidas de soñar sucesos de otra época pensó que era mejor contarles a sus padres sus sueños y lo de la lámpara, nunca amanecía apagada, era como si alguien la prendiera por la noche luego de que él se durmiera.
A su padre le interesó mucho los sueños que tenía Martín y a solas con su mujer le dijo que pensaba que algo raro estaba pasando.
Sin que nadie supiera Marcelo, el padre de Martín tomó la lámpara y la llevó a una sinagoga donde el rabino lo conocía desde hacía muchos años por haber ido juntos al mismo liceo.
Cuando Marcelo le contó los sueños de su hijo al rabino, éste quedó pensativo por un momento y le pidió la lámpara para examinarla.
Esa misma tarde el rabino Jeremías llevaba dicha lámpara a una fundición, allí se descubrió que la base era de oro y que la pantalla había sido fabricada con piel humana. El macabro hallazgo fue comunicado a Marcelo que no salía de su asombro y quería saber su prosedencia .
En una charla con su amigo el rabino, Marcelo pudo ver los números de los judíos que habían sido sacrificados para después arrancarles la piel con la cual mediante un tratamiento sirviera para diversos usos, en este caso fue una pantalla pero se usaron para otras cosas también.
Jeremía le preguntó a Marcelo qué iba a hacer con ella a lo que éste le contestó que no quería volver a verla en su vida, había costado la vida de personas inocentes y quería que la destruyeran lo antes posible.
Jeremía le dijo que eso mismo pensaba él y que se encargaría de hacerlo. La pantalla fue quemada y la base fue arrojada al río, a pesar de ser de oro y de tener un gran valor, era oro robado a muchas personas y difícilmente le sirviera a nadie pues estaría maldito como la pantalla.
Esa noche Marcelo reunió a la familia e invitó a Jeremías a cenar.
Martín estaba molesto por lo de la lámpara pero cuando el rabino le contó su procedencia, lo entendió y a pedido de todos contó los sueños que había tenido y que habían desaparecido ni bien fue destruida la lámpara.
Contó que la primera noche sintió que alguien lo tocaba pero lo que lo hacía no era una persona, eran seres ensangrentados que trataban de comunicarle algo pero que él no entendía y que muchas noches el sueño se repetía.
El padre le dijo que pensaba que era el alma de esas personas que querían descansar en paz pero que les faltaba algo para lograrlo.
De ahí en más, la familia de Martín pudo vivir en paz, no volvió a tener sueños macabros al contrario, ahora sí podía soñar y disfrutar de sus sueños que eran sumamente agradables.
Omenia.
Quiero explicarles el porqué de este cuento, que no es sólo un cuento, una lámpara así existe en Uruguay, el cuento en sí no es más que eso, un cuento adornado con mi fantasía pero una persona tiene una lámpara hecha con piel humana en los laboratorios de los campos de concentración en Alemania. La lámpara no es mágica pero existe y puedo decirles que la persona que la tiene ha sufrido mucho, no puedo dar nombres pero es cierto y creo que mientras no sea destruida la maldición seguirá de generación en generación. Omenia.