En la pista de baile todos agitaban sus cuerpos frenéticamente. Los muchachos y las muchachas bailaban a los compas del rock de los años 80. Se habían conocido esa noche. Las dos, se gustaron y prometieron encontrarse luego.
Una de ellas Eva era tímida, rubia alta y espigada. La otra de pelo mota, de tez oscura, de modales extrovertidos, más alegres y mundanos.
Coquetearon.
La próxima vez, fue al compas de otra música, en otro tiempo, y cuando se vieron lograron juntas escaparse y corriendo hacia las olas y el mar se refugiaron en una casa de la playa. Se amaron intensamente.
Ahora, Eva, yace en un hospital, con su cuerpo exangüe, pero su cerebro esta encapsulado en una virtualidad sin tiempo.
En la pared se iluminan varios cerebros cuyos cuerpos ya han dejado de funcionar fisiológicamente.
No se ha logrado la cura para el cáncer, pero si para perpetuar la la memoria y los recuerdos.
Amanda la visita con frecuencia, a Eva, con su bastón blanco.
Y al final lo decide, deja su cuerpo terrenal, para estar con Eva su amada.
En el océano, corre el año 2043, Eva y Amanda recogen caracoles de la playa, juntas se dirigen a la cabaña cerca del mar, para ahuyentar el frío de sus cuerpos, a perpetuidad. |