¡Qué cosa con los rubios!
Una sonrisa bastó para darme cuenta de quién era hijo aquel muchachito de ojos azules y carita delgada.
Se lo dije a mi hermana pero me tildó de loca.
Ella sabía igual que yo que su marido era un caradura que había traído a su amante y a su hijo a vivir con ellos como empleada doméstica pero jamás lo diría.
Mi hermana es una mujer muy ingenua y con respecto a su marido, lo es aún más, jamás pensaría mal de él pero yo no soy así, a él lo conozco demasiado como para no saber en qué líos de polleras anda enredado, pero eso de traerla a casa… eso no se lo voy a permitir.
Una tarde que Miguelito, como se llama el muchachito, estaba jugando en el patio, vi cómo mi cuñado lo miraba y de ahí en más comencé a estudiarlos más de cerca a los dos y no sólo eso, les saqué fotografías a cada uno sin que se diera cuenta con mi celular y cuando tuve suficientes pruebas debido al parecido de uno con otro y de los mismos gestos, llevé a mi hermana a su habitación cuando su marido no estaba y le mostré la evidencia.
A pesar de todas las semejanzas ella no quiso creerme y me dijo que si pensaba seguir así que me fuera de la casa.
En realidad no puede echarme, la casa es de las dos, era de nuestros padres y decidimos vivir juntas para no pagar alquiler.
Para ese entonces mi hermana quedó embarazada y tuvo un niño hermoso y muy pero muy parecido a Miguelito pero ni eso bastó para que ella se diera cuenta así fue que lo encaré yo misma.
Mi cuñado, por supuesto, lo negó y ya no pude hacer más nada.
Sentí mucha rabia y pensé que era hora de irme de la casa y dejar a mi hermana con su hijo y su marido, la empleada y su otro hijo.
Debo decir que yo también tengo un hijo que vive con su padre, un niño grande, rubio y de ojos azules aunque mi ex marido es bastante morocho, pero eso no me preocupa, cierta vez me dijo que en la familia de su padre había algunos rubios, claro que no de ojos azules, en fin, parece que los rubios han entrado a la familia y bueno, ¡Hay tanta gente que se parece!
Omenia.
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