Día gris.
Entro al chat. Siempre igual. Cientos de inútiles mentes mediocres gritando en estúpidas letras mal escritas, frustraciones enfermizas. Humillándose por chispas de falsos amores y ridículas alegrías.
Masturbando sus mentes, prostituyendo sus almas.
Para no enfrentarse a sí mismos y seguir soñando con felicidades que su cobardía no les permitirá sentir jamás.
Anestesiados, zombis, seres infectados de sus propios venenos, haciendo patéticos intentos de escupirlos, no para curarse, sino para contagiar al mundo.
Miro por la ventana. Sigue nublado.
Como si el cielo quisiera desplomarse sobre mí para hacerle compañía a mi oscuridad.
Tecleo automáticamente: "Buenas..."
Y recibo miles de tragicómicas invitaciones, que van desde detalladas fornicaciones hasta degradantes caricaturas de amor.
Enciendo mi celular y comienza a tintinear, avisándome todo lo que me he perdido mientras no estuve.
Quién dijo qué. Quién hizo qué y con quién. Cuánto se me extrañaba.
Reclamos de atención que lejos de alimentar mi ego, lo insultan y lo pisotean.
Alguien que me invita a seguir su juego para sentir que somos cómplices, y evadir su soledad. Y me tiento a mostrarle mis demonios. Para que deje de autocompadecerse y llorarme sus errores y sus culpas. Para que deje de victimizarse y se quiera. Sin mí.
Y mis demonios, por primera vez se apiadan, y con extraña delicadeza, le dan lo que necesita: un no. No más. Negándose a seguir alimentando los monstruos que la consumen.
Y deseosos aun de sangre, de vida, de almas, se dedican a confundirme, empujándome a tomar una drástica decisión que siempre temí tomar. Pero ya llegó la hora...
Mientras Netflix se conecta, mi mente va diluyendo recuerdos innecesarios y sin valor, preparándose para buscar alguna serie pseudo trascendente de moda que acalle mis gritos de impotencia y me haga olvidar cuan enfermo estoy... |