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CUENTO


NACHOPÉ, SOFÍA Y LOS CABALLOS

Nachopé ese invierno pasó casi todo el tiempo en cama, debido a un traumatismo en su cabeza tras caer sobre una gran piedra impelido por un fuerte ventarrón patagónico, un día que elevaba un barrilete junto a su abuelo.

Ahora en primavera, ya repuesto, no veía la hora de salir a aventurarse por los alrededores del pueblo.

Un día temprano en que el sol prometía se puso de acuerdo con su gran amiga Sofía, compañera de colegio y de correrías infantiles para realizar un paseo. La intención era caminar hasta el río, distante más o menos 10 kms.

Como ambos compartían atracción o más bien pasión por los caballos, el objetivo era verlos de cerca para fotografiarlos en todo su esplendor. Sofía los dibujaba y pintaba muy bien, Nachopé gustaba de tallarlos en madera o modelarlos con cualquier material fácil de manejar como la arcilla, yeso, plastilinas e incluso simple barro.

Cuando llegaron al río comieron parte de los sándwiches que les habían preparado sus madres, también bebieron un poco del jugo y leche que llevaban para mitigar el apetito y la sed de la tarde que pasarían en el campo. No encontraron caballos, por ningún lado.

El sol que prometía se cubrió de nubes. Una fina llovizna comenzó a caer. No le dieron mayor importancia ya que Nachopé iba con una casaca especial para lluvia, por su parte Sofía además del cortavientos llevaba una capa confeccionada para esas circunstancias. Ambos calzaban zapatos de excursión por lo que se encontraban protegidos. Sus madres sabían que en el camino podrían encontrarse con algo de llovizna e incluso con alguna lluvia pasajera. Sin embargo, cuando comenzaban a emprender el regreso a eso de las cuatro de la tarde la persistente garúa se transformó en temporal que arreciaba con fuerza. En un pequeño cerro divisaron un único árbol, corrieron hacia él. Para su sorpresa se encontraron con una especie de refugio que alguien había improvisado con ramas, cartones y latas bajo aquel no tan frondoso árbol solitario.

Se acurrucaron uno muy junto al otro para capear el frío que hacía, mientras comían el resto de alimentos que les quedaba.

Pasaban las horas, el temporal continuaba. En un momento ambos se miraron; por sus mejillas rodaban húmedas gotas que más parecían lágrimas, recordaron a sus madres; ¿Qué estarían haciendo ahora? ¿Qué pensarían?.

Sofía, que siempre en su bolso llevaba papel y lápices de colores, entre sollozos se puso a dibujar caballos. Nachopé disimulando su pena reflexionó que era él quien debía mantener o al menos simular tranquilidad y entereza. Decidido extrajo su cortaplumas comenzando a tallar un corcel sobre un trozo de tronco seco, de los varios que había esparcidos por el suelo.

Tanto se entusiasmaron en lo que hacían que poco les importó la oscuridad que los comenzó a envolver. Permanecieron largo rato así, sólo alumbrados por la linterna que Nachopé solía llevar en su mochila.

Sofía dibujó decenas de caballos de todos los colores, de todos los tamaños. Sin quererlo ni pensarlo, por primera vez a todos les pintó alas abiertas como si fueran volando.
Nachopé talló como una docena en todas las posiciones, incluso al trote lento y al galope desbocado. Ambos, sin darse cuenta ni proponérselo dibujaron y tallaron alas abiertas, todos en posición o dispuestos a elevarse.

Posiblemente ambos sin quererlo, sólo con el deseo de poder salir de allí para estar con los suyos junto al calor del hogar, al no poseer alas propias, se las dieron a sus caballos.
Tantos los dibujos de Sofía como los tallados de Nachopé eran hermosos. Después de contemplarlos por un rato ambos bebieron el poco de leche y jugo que les quedaba, se apretaron bien uno junto al otro y así pensando en sus familias se quedaron profundamente dormidos.

Ya amaneciendo, aún con nubarrones amenazantes, lagunas y lodazales por todos lados, despertaron. Debían buscar la forma de volver, pero con la espesa neblina que los rodeaba no atinaban sobre qué rumbo seguir.
Tenían sed, vieron que de unas rocas junto al tronco del árbol que los cobijó brotaba una pequeña vertiente de agua cristalina, bebieron de allí, también lavaron sus caras.- Eso les ayudo a despertarse por completo.

Escucharon el relincho de un caballo e inmediatamente pensaron que podrían ser sus padres que los buscaban o algún arriero que pasaba por el lugar. Hicieron esfuerzos para ver a través de la niebla, pero nada lograron ver.
Luego oyeron otro relincho y otro y otro, no se trataba solo de un caballo, era una tropilla.
Comenzaron a llegar muchos más que muy pronto los rodearon a ellos y al árbol solitario que los cobijó.
Algo les llamo la atención de aquellos animales, eran de los mismos colores y de las mismas formas que los que ellos habían dibujado y tallado, pero...
¡Ohhhh! Vaya sorpresa ¡Todos tenían alas!

Dos de aquellos corceles alados hermosos se acercaron tanto, que ellos pudieron tocarlos. Sintieron que era una invitación para que los montasen, que querían ayudarlos a regresar pronto a casa. Ambos, eran buenos jinetes por lo que no sería obstáculo, pero ¿Cómo saber qué rumbo tomar ante aquella espesa cortina de niebla? Subieron a los caballos e intentaron iniciar la ruta que a ellos les parecía correcta, pero los caballos no obedecieron, eligiendo tomar el rumbo contrario, los demás equinos alados los rodearon y con un suave y sostenido galope siguieron a los jinetes que se dejaban llevar confiados por aquellos briosos corceles.
Todos aquellos caballos fantásticos, más los dos intrépidos jinetes, atravesaron sobrevolando pantanos y lagunas. Los niños no reconocían nada de los lugares por donde sobrevolaban, la niebla y los estragos del temporal distorsionaban totalmente el paisaje.

Después de andar por un rato, más bien volar, escucharon gritos y llamadas tanto de adultos como de niños. Eran sus padres, hermanos, vecinos y amigos del pueblo que los habían buscado durante toda la noche.
Allí estaban consternadas ambas madres que en cuando vieron a sus hijos rompieron en llanto de alegría, corriendo a abrazarlos.

Ellos bajaron de los caballos al encuentro de la seguridad de los brazos de sus respectivas madres.
Después de los abrazos, llantos y lágrimas, ya más tranquilos y alegres todos preguntaban cómo habían hecho para volver, qué camino habían usado si la lluvia había borrado todas las huellas y por añadidura la niebla no permitía ver con claridad, ellos se dieron vuelta al unísono diciendo: nos trajeron nuestros amigos los caballos, esos que están allí, todos miraron hacia donde los niños señalaban, pero no había rastros de los caballos. Nadie los había visto tampoco.

Nachopé y Sofía se miraron, solo atinaron a pensar en los caballos dibujados y tallados que llevaban en sus respectivas mochilas. Con un gesto de complicidad se pusieron de acuerdo que cuando pasaran los efectos del temporal y el tiempo estuviera mejor, de nuevo irían hasta el río a buscar aquel árbol solitario del que manaba un manantial de agua cristalina para visitar a sus nobles amigos: los caballos. Mientras sus pensamientos guardaban aquella vivencia de los 12 años, ateridos de frío en medio de aquella noche de temporal, acurrucados junto al árbol solitario y el regreso montados en los misteriosos, pero hermosos, corceles alados.


Incluido en libro: Cuentos de vientosur
©Derechos Reservados.

Texto agregado el 07-04-2018, y leído por 191 visitantes. (14 votos)


Lectores Opinan
15-04-2018 Cuando leo un cuento como el tuyo, que puede ser leído por niños me asombro porque quedan muy pocos cuentos infantiles sin violencia ni terror. Buenísimo!!!!! ome
08-04-2018 1. La magia se plasmó en todos los planos; por ello, los caballos tenían alas. La imagen del vuelo es de antología, querido Vicente. ¡Imposible que los demás los vieran! Sólo las almas puras y con un alto de nivel se SER podían hacerlo porque, amigo lindo, recuerda que sólo se ve lo hermoso y profundo con los ojos del corazón. SOFIAMA
08-04-2018 2. ¿Sabes? Cuando Sofía y Nachopé vuelvan al río, por favor, pídeles que me inviten. Delicia total. Mi corazón está rebosante de felicidad. Un enorme y sentido abrazo, respetado y amado Vicente. SOFIAMA
08-04-2018 Hermoso cuento de alas y magia. Me encantó! Un abrazo, sheisan
08-04-2018 La magia de tu cuento me ha calado el alma, tome el agua cristalina y cabalgue en tus alados corceles por el aire. ********** Felicitaciones . sensaciones
08-04-2018 Un cuento mágico. Coincido con los comentarios que me preceden. Logras que lo imaginemos ***** grilo
08-04-2018 Curiosa aventura infantil. Tiene que ser terrible perderse. Prosa muy plástica. Se visualiza todo. Hipsipila
07-04-2018 Un trabajo tan mágico como aquellos corceles que llegaron volando. Excelente trabajo, tienes el don cumpazo. Saludos desde Iquique Chile. vejete_rockero-48
 
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