Parecía un sueño agradable como otros tantos que había tenido en los últimos cinco años. Después de pasar sus manos por la cabeza llena de incipientes canas cayo en la cuenta de que era una realidad lo que estaba sucediendo en aquel día inolvidable. Mr. Sturnagël, de la academia de ciencias de Oslo lo había visitado para informarle que ese año había sido seleccionado para recibir de manos de su majestad el premio Nóbel de química. Por fin el merecido reconocimiento a su talento y a su valioso aporte a la ciencia había llegado.

Su mente recorrió febrilmente el pasado para descubrir que aquel día se cumplían exactamente cinco años de que había ingresado a aquel instituto de ciencias donde inició los experimentos sobre la memoria.
Muchos fueron escépticos cuando mencionó su revolucionaria teoría: “ Todos los recuerdos están contenidos en sustancias químicas orgánicas y son producto de reacciones dentro de la célula”. Posteriormente en el transcurso del segundo y tercer año profundizó aun más en su investigación y encontró que: “Una vez ocurrida una experiencia determinada queda dentro del protoplasma de la célula una molécula prototipo que es capaz, mediante la evocación, de sintetizar toda la serie de compuestos químicos que recrean esa experiencia específica”
Las reacciones de sus colegas no se hicieron esperar y todos cuestionaban como era posible que alguien pudiera atreverse a afirmar que recuerdos sublimes como el amor, la esperanza y la ilusión eran ni más ni menos sustancias químicas que podían en algún momento ser sintetizadas en el laboratorio.
Poco a poco las críticas se fueron apagando y varios de sus colegas se acercaron deseosos de conocer mas acerca de aquella investigación especial conociendo las infinitas posibilidades que podrían derivarse de ella.
Como todo buen científico estableció contacto con la Biochemical Enterprise, de Inglaterra e inició la comercialización de su idea. El primer paso fue sintetizar las moléculas prototipo que permitían sintetizar los compuestos químicos necesarios para recordar las formulas algebraicas y los logaritmos matemáticos. Al conseguirlo la compañía empezó a comercializarlos entre los estudiantes de arquitectura y matemáticas de las grandes universidades. Los resultados fueron maravillosos y los ojos de todo el mundo se volvieron hacia el científico quien continuo con sus investigaciones sintetizando las moléculas prototipo para otros recuerdos relacionados con la jurisprudencia, medicina, sociología, sicología etc.
En algún momento se dio cuenta también de que necesitaba sintetizar las moléculas prototipo que estaban relacionadas con problemas psiquiátricos tales como ideas paranoides o problemas de alucinaciones en la esquizofrenia. Las sintetizo y pudo fabricar sustancias inhibidoras de esas moléculas de tal manera que el tratamiento de las enfermedades mentales cambió radicalmente. Los costosos tratamientos sicoanalíticos y los fármacos usados para el tratamiento de estas enfermedades cayeron en desuso y en cambio las personas recibían dosis diarias de esas sustancias inhibidoras o inyecciones de larga acción que les mantenían sanos durante toda la vida.
Según sus cálculos debería de ser extraordinariamente rico además de famoso y sus depósitos bancarios en Suiza y otros países, después de cinco años debían de haber crecido increíblemente.
Una voz lo saco de sus profundas meditaciones cuando escucho abrirse la puerta de su habitación y alguien vestido con una bata blanca le dijo: Soy el doctor Martínez, su nuevo psiquiatra y he venido a conocerle y a evaluarlo para ver si podemos manejar su caso de manera ambulatoria en su casa junto a su familia... ¡Ha cumplido ya cinco años de estar ingresado en este hospital psiquiátrico!