La verdad
He dejado atrás un básico principio,
he creado un vetusto nuevo arte
con palabra, pensamiento y atención:
ni rima ni asonancia,
ni paralelismo ni ripio.
Una rimbombante arritmia lexical
de sonoridad amplificada,
exacerbada, gentil de adjetivos,
de altivos cromatismos.
El efecto más que el sentido,
el sentido más que el significado.
Forzada exegesis defectiva
por una declarada atención emotiva.
Efecto y causa,
la causa es el efecto
en arrogante, altanero mensaje.
La poesía
Un barroco letrado,
una angustia florida,
una ambigua metáfora
que se viste de melancólico sol
en delirios nocturnos
y se abrillanta galante,
al oscurecer el día,
en un forzado e inútil preciosismo.
Se esconde el sentir
en una fingida alocución,
se transfigura el lamento
con un exordio triunfal,
se expone un yo lírico
travestido de ornamentos
que arguye infalible
en frívolos epítetos gloriosos
que ansían sin declarar
un impuesto pseudoafecto narcisista
al desafecto lector,
un miserable y lastimero pathos,
convincente y eficaz
que le seduce solemnemente
aun sin alcanzar el sentido,
el sentimiento más básico:
su significado.
Porque al final, a la verdad
se le viste de poesía
para disfrazar el sentimiento
en un lirismo encubridor y cobarde,
solemne y grandilocuente
ávido de lisonjas.
Distorsiones de sentido
y veladas afirmaciones
a una idealizada otredad
tan próxima como real,
que no es sino un espejo
que se esconde bajo epítetos
dirigidos a un lector ausente
que se hace presente
en una angustioso, temido
y autocrítico dictamen revelador:
yo soy indefectiblemente
mi yo lírico.
El poeta
El poeta, revestido de gracia,
proclama pomposo y solemne
los vericuetos del espíritu.
Cual docto letrado del alma,
diagnóstica y receta diligentemente
remedios a diestro y siniestro,
mas, esquivo y charlatán,
huye de su propia medicina
y torna recreativa y grandilocuente
su infalible lírica refutación,
eficaz y práctica al uso:
“Evitemos la automedicación,
la lírica auto-catarsis
enloquecedora y febril
que nuestro poema
al otro sirve sin servirnos,
que nuestro verso
al otro cura sin curarnos.”
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