No podía controlarse. Sus ansias de sangre lo consumían completamente.
Se había vuelto un cazador experto en un coto de caza tan prolífico como lo era el chat.
Un año le bastó para acceder a cientos de mujeres jóvenes, inocentes, ansiosas de ser apreciadas, más que por su belleza, por su inteligencia. Por su existencia en sí misma.
Se le había vuelto una necesidad y una rutina al mismo tiempo.
Y como cada noche, entró en aquella sala que prometía amistades, pero terminaba brindando fantasías.
Recorrió la lista velozmente buscando algo nuevo, algo motivante, algo especial.
Y allí estaba ella.
"No privados", aclaraba, debajo de una luna inmensa sobre un calmo mar azul.
Pero no se iba a detener por un aviso tan trillado, que se traducía al ojo experto, como "No privados aburridos". Él lo sabía bien. Y arremetió con aquella estrategia pulida, encantadora, infalible.
Al terminar la noche, ya tenia su teléfono, y sólo le tomó un par de noches invitarla a salir.
Mientras se jactaba de su talento, notó que la adrenalina ya no bullía por sus venas como la primera vez. Y confundido prefirió irse a dormir. Esa noche tuvo sueños extraños, donde asesinaba pero no disfrutaba. Y se despertó sobresaltado. Algo en su interior quería terminar con esto. Y decidió intentarlo. Se propuso salir con su nueva conquista sin verla como presa, e intentar tener una cita normal, que de alguna forma, lavase tanta sangre de su conciencia.
Cuando se encontraron, fue totalmente diferente. Y después de tanto tiempo, la sonrisa que esbozó no fue un anuncio de muerte, sino de vida.
La velada fue mágica, y el beso de despedida, lo subyugó.
La miró con ojos tiernos, y ella, bajando la vista le sususurró si quería subir.
Casi sin darse cuenta, se encontraron desnudos, entre sábanas de seda, jadeando felices y fumando casi al mismo ritmo.
- Tú no sabes lo especial que ha sido esta noche para mí - le dijo.
- ¿En serio me consideras especial?- preguntó ella ilusionada, mientras él solo asentía ensimismado.
Quiso contestarle, pero no salieron palabras de su boca. Miró hacia la mesa de luz, buscando un vaso de agua, y encontró la cara de ella, condescendiente y amorosa, que comenzaba a explicarle:
- La verdad, pensé que iba a ser más difícil. El gran Chat Killer me ha decepcionado. Tan sólo bastó ser gentil y ofrecerle el preservativo envenenado. Buscaba un desafío, ya aburrida de la rutina, y resultaste ser mi víctima más simple. Los hombres son todos iguales...
|