Habían chateado por meses, pero al fin el día había llegado: hoy la iba a conocer. Y no era una simple presentación formal.
Horas de esfuerzo y perseverancia lograron allanar el camino a tal punto que se habían salteado todos los pasos previos, para desembocar en aquel orgásmico final tan anhelado. Y hoy era el día. Sentado en la cama, el tipo trataba de mantener la calma, esa que debe tener un hombre de experiencia, aunque sus mejores logros ya hubieran quedado en el pasado.
Recordando sus épocas de gloria, se notaba un poco más nervioso de lo normal: sin dudas estaba fuera de práctica. Pero el talento seguía allí. Sólo él lo había conseguido. La chica mas deseada del chat, esa desconocida que levantaba pasiones a voluntad, que dejaba a los hombres sin palabras y luego destruía sus almas, reduciéndolos a miserables zombis que ya sin voluntad, seguían deambulando por la infinita sucesión de salas sin esperanza alguna, sin metas ni motivaciones. Con la mirada perdida y sus sexos flácidos, torturándose con sus fracasos y lamentando haberse topado con ella.
Pero él lo habia conseguido. Y su ego no podía estar más satisfecho.
En esos pensamientos estaba él, cuando escuchó un tímido toc-toc a la puerta.
De un salto automático se levantó de la cama, e intentando controlar su ansiedad, fue a abrir.
Y allí estaba ella. Más imponente aun que lo que prometían sus fotos. Más bella y provocativa que aquella imagen donde vestida de lentejuelas azules, exponía un cuerpo de diosa, y con un comentario al pie, advertía a los incautos que era una devoradora de hombres. Así, textualmente, sin pudores ni falsas modestias.
Evidentemente, nada se hizo esperar. Sin saber cómo, se encontraron desnudos en la cama, uniendo sus bocas y sus cuerpos al ritmo de agitados corazones que retumbaban como tambores de guerra.
Y de la misma forma, tan velozmente como llegaron allí, se encontró esposado a la cama, y supo que había triunfado.
Porque esa era la gran promesa que ella hacía en el chat.
Se relajó, intuyendo lo que se vendría: placeres inigualables, fantasías inimaginables y quizás, sólo quizás, el prólogo a una aventura tan loca y extrema, que de perdurar lo colocaría eternamente en el paraíso. Comenzó a sentir que una boca recorría todo su cuerpo, con avidez y desesperación, y sonrió feliz...
- Agente, ¿han encontrado alguna pista?
- Nada, teniente. En el celular no aparece ningún contacto fuera de lo normal. Apenas el acceso a un chat de citas, que él visitaba muy seguido.
- ¡Esos malditos chats! ¡Gente sin vida anhelando cumplir sueños, en lugar de vivir sus vidas reales!
¿Se halló alguna arma potencial?
- Todavía no, teniente. El forense está sorprendido. Dice que no conoce un arma capaz de inflingir tales heridas. Excepto, por supuesto, algo muy descabellado...
- ¿Descabellado? ¿Qué le sugieren las heridas? ¿Huellas de qué podrían ser?
- Dientes, teniente, dientes...
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