PROCESIÓN
¡Ya lo traen!, cada año un rostro distinto, igual evocación, la misma caracterización. Cada ciclo similar corona del árbol de la vida, el mismo sudor, igual sudario. El látigo de siempre abriendo la carne que ya no duele pues el umbral del dolor se ha expandido infinitamente al paso de los siglos.
La madre, la amante, los hermanos, ¡su prójimo!, siguen el cortejo como lo han hecho desde siempre, comparsa de odioso sincretismo que tiene más de pagano que de cristiano, ignorantes dolientes, temerosos, confusos, resignados a una muerte que ya no duele a causa de repetirse año con año y lastima menos porque no es su muerte, pues ahora tienen la certeza de que en unas horas volverá a reinar el Verdadero para continuar con el ritual.
¡Ya lo traen!, lo volverán a martirizar, lo obligaran a mantener los brazos abiertos para simbolizar un abrazo infinito para toda la humanidad. En la cima terminará el impostor su mundanal camino, como Aquél, quien era luz, verdad y camino. Éste en ridícula paráfrasis clamará al padre, perdonará al arrepentido, ignorará a quien lo hubo ofendido y terminará por entregarse gozoso al simulacro del martirio.
¡Ya lo traen!, abridle paso, dejadlo como cada año cumplir entre el tumulto su destino, mientras nosotros esperaremos la vuelta del calendario desoyendo sus enseñanzas y dudando que seamos hijos del verdadero Cristo.
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