En un lejano país llamado Siam vivía Odesa una tejedora de bambú.
Odesa hilaba y trenzaba todo el día en su cabaña. Una mañana le llego la noticia, de que la hija del rey de Siam la princesa Amanda, estaba muy enferma. Y que se curaría, decían los sabios del palacio, si recibía la camisa de alguien que fuese feliz.
Entonces Odesa decidió ir hasta el palacio del rey. Quería encontrar a alguien feliz, para pedirle su camisa y así poder ofrecérsela a la hija del rey de Siam.
Odesa recorrió la tierra de los valerosos guerreros, la tierra de las trenzadoras de barcazas, y de las humildes cosechadoras de arroz. Pasaron los días y fue de norte a sur, de este a oeste sin conseguir lo que Amanda necesitaba para curarse.
Sus pies se iban cansando, entonces se hizo unos zapatitos de bambú. Las sandalias se le descosieron. Su ropa se iba enganchando entre los arbustos por lo que se tejió una camisa, entrelazada con hilos que los arroceros le habían regalado por el camino.
Los servidores del rey la vieron llegar. Tenía la frente sucia, hollín y tierra, el pelo enmarañado, la cara manchada con ocre, solo se veía su sonrisa.
La princesa Amanda seguía muy enferma, pero Odesa estaba feliz por haber llegado al palacio.
Los sabios la hicieron entrar y descansar.
Al día siguiente visito a Amanda en su cama.
Odesa con un gesto generoso le entrego su camisa, hilada con bambú y con hilos de arroz.
Amanda se la probo, pero no le entraba así que la tejedora le hizo algunos arreglitos, cosió allí descosió por allá, hasta que le quedo perfecta.
Y Amanda por primera vez sonrió. Tomo la mano de Odesa y lepidio que se aquedara a vivir en el palacio.
Pasaron los años y la princesa encontró a su príncipe. Su amiga Odesa le tejió el traje de novia imperial, con finos hilos de bambú, y cuando Amanda entro al palacio deslumbro con su belleza.
Detrás la trenzadora de bambú caminaba feliz.
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