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"La mujer que me recetó mamá", es decir, esa que aprendí a desear en mi casa, desde pequeño, que cumple con los cortos requisitos*, ya no la quiero.

Y no es que me parezca que los mencionados requisitos estén fuera de toda lógica, que sean malos (malo? bueno? :S) y hasta que esté diciendo que no me gustan... porque pues si soy totalmente sincero pueden hasta traer sus ventajas y casi que en últimas, no sé si por hipócritas, por costumbre, dejadez, resignación o qué diablos, parece que tendemos hacia ellos. Es solo que me aburrí de ese estereotipo de mujer. De esa de la que uno ya sabe qué va a decir ante una determinada situación, que uno ya conoce previamente la forma como va a reaccionar ante un comentario, un gesto, unas palabras, un insulto, un abrazo, una invitación aceptada o negada, (en fin... la lista es inmensa) solo porque así es "como se debe responder/contestar ante esa situación". Ese manual no escrito que sacan a relucir los papás de "vez en cuando" pero constantemente para ser sincero, que guía nuestros primeros y segundos años de vida, ese que aprendemos "naturalmente" e incorporamos a nuestra forma de ser... me lo se de memoria y me tiene mamado. Me lo sé de memoria porque lo llevo como tatuado por ser el mismo con el que me criaron, y me tiene mamado porque anula casi por completo nuestros deseos más íntimos, nuestros impulsos más fuertes, nuestras locuras más grandes, nuestros atrevimientos más audaces, nuestros aprendizajes más contundentes, nuestro ser más puro. Cuento la historia que desató este descubrimiento:
Conocí a una mujer. Hubo miradas y sonrisas aprobatorias. Silencios mutuos suficientes que gritaban 'adelante'. Así que avancé... y salimos varias veces. La primera vez, ese choque que produjo la sospecha de que se venía una "niña buena" fue ignorado, así que hubo una segunda vez. Y una tercera, algo más íntima y personal. Pero en esta tercera, avanzaba el tiempo, y sus milimétricamente calculadas respuestas y actitudes iban llenando poco a poco la copa, hasta que con la paciencia que tuve que aprender por mis innumerables ataques de ira de la niñez, terminé la velada lo mejor posible, antes de que se rebosara y no pudiera responder por las caras de aburrimientos e incomodidad (otra vez respondiendo según el manual) me alejé desesperadamente como quien quiere alejarse con furiosa inmediatez de un peligroso precipicio que intenta persuadirte de que el salto es corto e indoloro. No lo crean!, nada más engañoso que esa promesa. Es largo el salto, dolorosa su caída y el golpe te deja nuevamente sin sentido, así que corres el peligro de que no te des cuenta y vuelvas a lanzarte al precipicio. Momentos de claridad como el del final de la tercera cita deben llevarme a actuar y manifestarme inmediatamente. Eso pretendo hacer, eso espero estar haciendo, eso procuro estar entendiendo mientras escribo estas palabras y me van quedando para repasarlas en mi sueño nocturno.

Ahora que releo caigo en la cuenta de que había identificado hace rato este tipo de mujer que intento describir. Recuerdo a la novia de un conocido que era el “buen partido” esperado por tantas mamás para sus hijos, además de los cinco requisitos explicados, siempre estaba dispuesta a ayudar, a llevar, a traer, a lavar, a regalar, a sonreír, a transportar y a hacer favores. Jamás decía algo aparentemente negativo de alguien (bueno, en presencia de familiares o amigos del conocido en cuestión), jamás hacía mala cara, jamás se tocaba siquiera una oreja o nariz en público, de peditos ni hablar, “que vergüenza”, mejor dicho, los impulsos humanos, terrestres, pedestres eran cosa de otro tipo de seres humanos, ella era la receta perfecta de mamá, ni una falla (visible). Yo veía esa perfección… y entre más la veía, temblaba de miedo por este conocido. Nunca le dije nada, por supuesto. No iba yo a meterme donde no me han llamado, destapar los ojos o salir trasquilado por dañar esa perfecta imagen del sueño materno hecho mujer en la tierra, no faltaba más! Un día estalló esa perfección… y “se ensució el lago calima”, “voló mierda al zarzo”, mejor dicho, como decimos en enero, “a la mierda los pastores, se acabó la navidad”, hasta allí llegó la mujer soñada, la pareja perfecta, el mejor partido, la media naranja, el sueño hecho mujer. El conocido resultó todo un toro, pero por los cachos. Se conocieron las mentiras, los embustes, los engaños, las máscaras, el manejo de los problemas y demás. Resumen, no aguantó tanto deber ser y se conectó con su represión y la dejó salir. (Cómo aquel mujer u hombre solapado que sale de su casa y hace “’hochas’ y panochas” y embaraza hasta a la suegra).

En fin, todo esto para decir: “No quiero una niña buena”, quiero una mujer que sea ella, buena o no, que sea ella por encima de todo. Que tenga defectos, que se equivoque, que sienta pereza de estar arreglada todo el tiempo, que no le provoque sonreírle a todo el mundo, que le de mareo hacer todos los favores que le piden, que se meta los dedos al oído si le rasca, que estornude duro, que no sea civilizada, que sea ella, que sea como es, animal, natural, humana, oscura, trivial o profunda, temporal o etérea…como sea ella. Ahí si, cómo dice el poeta “Hay que ser lo que se es, o no ser nada”. He dicho.

* Los cortos requisitos son, a saber: "De buena familia, de buenos modales, de la casa, buen partido y que sea una niña bien". Ahora, que nadie se ponga de acuerdo qué carajo significan estos cinco puntos, especialmente el último, es otro problema, pero no el objetivo de esta breve disertación. Partamos del entendimiento general de estos cinco conceptos, vagos y etéreos, pero ampliamente difundidos en nuestra cultura... difundidos y esperados por muchos!!! que pesar de nosotros.

Texto agregado el 28-03-2018, y leído por 40 visitantes. (1 voto)


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