Al principio, te observé bailar toda la noche
como le bailan los girasoles al sol del medio día.
Yo bailé con otras queriendo bailar contigo.
Esperé mucho tiempo antes de que tu cuerpo tocara el mío.
Ya entrada la noche
Mi cuerpo te buscó, y te sentí cerca, muy cerca
Casi como si fuéramos uno,
Claro que era mi imaginación quien tomaba la batuta,
Sólo que yo me entregué a ella como suelo hacerlo.
Fue entonces cuando, estando muy cerca,
Sentí Tu pecho que se paseaba por el mío,
Entre la danza y tus miradas.
Mis ojos reflejaban a los tuyos,
Y yo me perdía en el mar de tu mirada.
La música vino y se fue,
Como suele hacerlo en estos casos,
Y tú volviste a tu lugar, sola,
Y yo volví a un lugar que no es el mío,
También solo
Y me quedé esperando repetir el momento.
La noche pasó y debía ausentarme,
Así que no me aguanté las ganas de darte un beso y despedirme,
Fue en eso cuando tu cuerpo comenzó a moverse al son de un ritmo nuevo
Y de pronto nuestros cuerpos bajaban para tocar el suelo,
Fue ahí cuando tu sexo rozó mi rodilla
Mientras tu cuerpo se contoneaba al ritmo de la música.
Estuvo paseándose íntimamente con mi rodilla
Hasta que ella misma elevó vos de protesta
Y decidió,
contra mi voluntad,
Levantar nuestros aliados cuerpos.
Todo acabó con un simple adiós,
Y me quedé pensando en ti todo el camino a casa.
Mi rodilla conservaba aún el roce de tu cuerpo,
Pero no lo resistí,
Y llegué a quitarme ese roce de tu cuerpo con el mío
Que se había quedado en mi rodilla.
Por fin pude dormir,
Pues ahora tu cuerpo está atrapado en mi memoria
Y no se pasea como antes entre mis rodillas
y entre mis manos deseosas de tocarte y de tenerte.
Ahora te gobierno, pues tu cuerpo pertenece a mis sueños
Y de allí puedo reclamarte siempre que te necesito. |