La esperamos con alegría desde antes de nacer.
Era el regalo para la vale y fue su mejor amiga por 10 años.
Fue consentida. Exigente, malcriada, regalona siempre tuvo todo lo que quiso y vivió rodeada de amor.
Aún siento que está acá, en el sillón tomando sol.
Recuerdo cuando salíamos de viaje. Cuando llegábamos en lugar de recibirnos contenta como un perro estándar, ella nos retaba como diciendo - ¿dónde andabas? te estuve esperando!
No nos dejaba dormir, siempre le daba sed o ganas de salir a media noche. Pero en realidad, a mi no me despertaba, despertaba a Dago, sabía que él le hacía caso y era más malcriador que yo. Salvo cuando él viajaba, entonces me despertaba a mi.
Desde cachorro urdió planes maléficos para arrancarse de la casa. Le decíamos la Niki Araña, por que escalaba las rejas que poníamos para evitar que se arrancara. Y por años entrenaba cada día tratando de escalar el muro... Corría para allá y luego para acá se lanzaba corriendo a todo impulso una y otra vez tomando vuelo.... entrenó tanto que desarrolló toda una técnica y prácticamente caminaba en la pared. Tuvimos que poner una reja para hacer el muro más alto.
Era de ideas fijas, si venían visitas y ocupaban su rincón del sillón blanco, la Niki se flipaba, los miraba como diciendo oye This is my spot!, cuál Sheldon Cooper. Creo que se sentía el centro de la familia.
Y siempre le gustaba estar entre nosotros, me acompañaba a todas partes, dentro de la casa, y siempre se metía entremedio de mis piernas, más de algunas vez me tropecé con ella. Pero no la llevábamos a paseos por que se mareaba con los autos....
Poco a poco empezó a apagarse, lo atribuimos a la edad, que ya estaba más viejita, que ya no tenía la energía desbordante de antaño.
La veterinaria sólo se dió cuenta de su tumor cuándo ya le quedaba poquito de vida. Y creo que ella sacó energía de sus espíritu flamante para aprovechar a concho los últimos tiempos que tuvo en esta familia.
Gracias a Dios, al parecer no alcanzó a sufrir mucho. Digo al parecer, por que aunque se comunicaba tanto tanto con nosotros, nunca aprendió a hablar. Pero le entendíamos todo, no hacía falta. Hasta que un día sus ojos dijeron -estoy cansada- y su corazón se apagó.
Pero su alma nos rodea, estoy segura de que nos acompaña y de que se pone bastante inquieta cuando alguien se sienta al lado de la ventana, en el sillón blanco, su rincón.