Escribe, René, escribe

Los escritos de René Pacheco causaban furor entre sus lectores: eran excelentes, aunque esporádicos. Él, contable de profesión y escritor por afición, fue condenado a renunciar de su trabajo para dedicarse a tiempo completo al oficio de escritor.

En la sala de audiencias, el juez introdujo la demanda al detenido:

—Se le acusa de producir unos textos estupendos que han cautivado a miles de lectores; no obstante, ellos se quejan de que tardan mucho en llegar.

—No puede ser de otro modo, señor, -respondió él- soy un profesional de la contabilidad, empleado desde hace una década de una fábrica de zapatos, y sólo escribo para entretenerme. No puedo abandonar el trabajo con que sostengo mi familia.

—Lo entiendo, pero sus seguidores se desesperan cuando pasan una o dos semanas sin leer algún escrito nuevo.

—Y yo lo disfruto mucho, señor juez, pero escribir no me da dinero.

—Usted verá que cuando lo haga a tiempo completo, va a tener unos buenos ingresos con una revista o un periódico. También podrá escribir libros, y no dudo que también tendrán una gran demanda.

No obstante los argumentos del Magistrado, René se empeñaba en conservar su empleo, pero sus argumentos no evitaron la sentencia:

—Le ordeno renunciar a su trabajo para dedicarse a la literatura a tiempo completo.

Aunque protestó, la decisión era inapelable. Salió del juzgado cabizbajo, consciente de que, desde ese momento su vida cambiaría.

Llegó a su casa, donde su mujer e hijos lo esperaban ansiosos de conocer el resultado de la audiencia. Él les contó lo sucedido y les manifestó su trisreza por tener que abandonar su trabajo seguro de tantos años.

En el mismo instante que les expresaba su dolor, se escuchó un bullicio que provenía de la calle. Al asomarse, vieron que una multitud que enterada de la decisión adoptada, se apersonaron frente a la casa con cartelones que lo alentaban: “René, escribe, René” y “Queremos leerte todos los días”.

Conmovido ante tan contundente muestra de cariño, el contable y escritor salió hasta el balcón contiguo a su cuarto de estudio, ubicado en el segundo nivel de la vivienda, en el que improvisó un pequeño discurso para agradecer el respaldo de sus lectores.

Se retiró entre vítores y aplausos, y entusiasmado se dirigió a su escritorio y frente a su computadora empezó a escribir con entusiasmo, decidido a desarrollar, como nunca, del talento con que había nacido y cultivado a través de los años. En una hora elaboró un relato que tituló “De contable a escritor”, donde contaba la reciente historia de su vida que al día siguiente acogida y publicada en el periódico local.

Ese fue el inicio de una nueva etapa de una vida, ahora dedicada completamente a las letras. El éxito no se hizo esperar pues los medios se disputaban sus artículos, reflexiones, cuentos, y posteriormente sus libros.

Pasado los años conserva en su memoria la imagen de la multitud que lo animó a dar el paso y recuerda, con particular delectación, los carteles que llevaron a enfrentar su situación con coraje. Y que cada vez que el cansancio y la apatía pretenden dominarlo, le basta con cerrar los ojos para buscar en su memoria aquellas palabras escritas con pintura roja que rezaban "Escribe, René, escribe" para que el entusiasmo regresara y proseguir con el oficio que tanta satisfacción y fama le ha proporcionado.

Alberto Vásquez.