Escuchas telefónicas
-Quiero que esa señorita sea mi secretaria personal. Dijo el Director Creativo de la agencia de Publicidad Costa Lieste.
La agencia estaba situada en la calle Santa Fe al 2400, y tenía como clientes a las importantes empresas como Ord Smuggler y Coca Cola (refresca mejor)
Por esos años, eran tres los asociados y Jorge Costa Lieste era el director creativo.
Y la secretaria personal que quería Jorge era precisamente yo, que había entrado a trabajar como administrativa general, con la aprobación de la Gerente de personal, que me habilito para el cargo, no sin antes de decirme, más cuidado en el aspecto personal y con las uñas pintadas, la próxima vez que te presentes a trabajar… en otro lado.
Así de buenas a primeras me vi en otra posición, pase a revistar como secretaria privada de Jorge Costa Lieste, y trabajaba en relación directa y en su oficina, por supuesto.
Trataba de ir más presentable, y la Gerente de Personal me asesoraba con mi vestuario, que era muy escaso.
Pero en la agencia de publicidad pasaba de todo.
Iras del jefe, porque le rechazaban un proyecto. Furias contra su ex esposa, que le demandaba por más dinero, y su hija que pedía y pedia sin cesar, dinero, para comprarse ropa y cosméticos para el embellecimiento personal. Y algunas otras cosillas que no entendía muy bien.
Cierto día, estaba escribiendo en la IBM de aquella época a bolilla, cuando intercepte una conversación entre Jorge Costa Liaste y alguien del otro lado de la línea. Me incline a pensar que eran solo fantasías mías.
Por la oficina pasaban toda clase de chicas, muy lindas, bien vestidas, que eran promotoras de Old Smuggler , el whisky. Las seleccionaba la Gerente de Personal, que sabia distinguir bien a las mosquitas muertas y a las trepadoras de oficio.
Siempre contrataba a las trepadoras bien vestidas, con modales exquisitos y de andar felino, y excelentes en el trato y la forma de desenvolverse en sociedad.
Esa situación de escuchar detrás de los teléfonos llego a su fin al descubrir, cierto día una conversación trunca, de horas de encuentro y las calles de los departamentos donde ocurrirían dichos encuentros.
Empecé a percibir un tufillo algo rancio. A desazón, a incertidumbre, a delito. Por la organización, y el sigilo con que se realizaban estos contactos clandestinos, la red de trata era infranqueable a simple vista. Estaban todos involucrados en menor o mayor medida, y todos cobraban por dichos servicios, algunos más que otros. Y las chicas por supuesto, eran objeto de deseo carnal, de poderosos empresarios y hombres de negocios, que no ahorraban en regalos y ropa de marcas famosos, así como también en joyas, y automóviles.
Todo lo fui descubriendo de a poco.
Dejarse habitar por un proxeneta es como recibir una bomba en la psiquis, así, destruida, queda la voluntad, la mente y el cuerpo de las trabajadoras sexuales.
Tuve que buscar otro trabajo, luego de mis declaraciones, que no sirvieron de nada, porque no había como demostrar tales ilícitos, ni tampoco pruebas concluyentes.
Han paspado algunos años.
La red de prostitución Vip, no había sido desarticulada, y las victimas y los victimarios aun recorren Buenos Aires.
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