Yo no tengo la culpa de que no te gusten- gustemos tus amigos( es en esencia la conclusión que he sacado de la vida). Y es que es cierto, la gente va estresada y ambiciona tener otros contactos; un cambio de relaciones.
El motor del mundo, vamos. Mientras, te utilizan a ti en lo que yo he venido a catalogar como combustible. Para aquéllos, los otros no somos más que gente combustible.
A menudo, hay quien descubre el proceder y se inmola en el ara de la protesta: rara avis; cediéndonos el testigo a modo de antorcha metafórica de que en el mundo la gran mayoría no oficia más que de combustible de unos pocos privilegiados. Pero la culpa la tenemos un poco todos. Sea de quien fuera la culpa lo cierto es que la existencia humana no encuentra otra metáfora más explicativa que la anterior. Se ha probado de todo; revueltas y más revueltas: llamadas serias a la atención; pero el mundo se reorganiza nuevamente en cuanto desaparecen las amenazas en este tráfago incesante por el que vamos generando nuevas y nuevas amistades a costa de inhalar el alma del semejante, de un semejante combustible.