Noche de sueño imposible
Ella vivía con su hermano y una tía. Él, con su madre, misma que se ausentó un fin de semana, por lo que decidieron pasar una noche completa juntos. Querían saber, más allá de las citas furtivas en moteles a la orilla de carreteras, qué se sentiría despertar juntos.
La noche arropaba ya la ciudad con su manto negro. Su departamento ubicado en una populosa unidad habitacional servía de escenario. La pareja yacía desnuda en la cama. Húmedos y agitados, pero satisfechos.
Una vez recuperado el aliento, ella se incorporó, tomó su guitarra y aún desnuda, se sentó en el borde de la cama. Intentaba tocar las primeras notas de “Greensleeves”, pieza que en vano había tratado de aprender.
Él pidió que le cantara “Sueño Imposible”, canción que parecía más una plegaria y que, siempre que él la escuchaba, lo hacía pensar que habría un mañana distinto.
Ella cantaba, no conocía el acompañamiento, por lo que puso la guitarra sobre sus piernas. Él observaba desde la cama. La obscuridad de la habitación y la luz que penetraba del exterior dibujaban su perfil. Resaltaba la silueta de sus pechos firmes de mujer joven, esos pechos que a él tanto le gustaba tocar, acariciar y besar.
Ella terminó la canción, él la atrajo, sintió nuevamente su cuerpo, su calor de mujer de la selva, la suavidad de su piel morena y, el deseo despertó una vez más. Se besaron, se acariciaron, hicieron el amor y finalmente terminaron dormidos uno al lado del otro.
El nuevo día con su luz los despertó, habían pasado toda una noche juntos. El recordaría una voz melodiosa, una canción hermosa, una silueta de pechos firmes y la maravillosa combinación que se da cuando hay deseo y juventud para satisfacerlo.
¿Qué recordará ella? ¿Se acordará? Eso, quizá no se sepa nunca.
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