Como ha ocurrido de forma consecutiva, a casi un año de su muerte, en la soledad de mi cuarto suelo llorar su ausencia. Me duermo pensándole, rogando soñar con él. Extraño tanto su aroma, sus gestos, su abrazo... su sonrisa. No hubo oportunidad de despedirnos; ni de un último beso…
— ¿Así que me amabas, me amabas mucho?
Mientras dormía escuche el susurro de su voz que poco a poco me fue despertando de un sueño, para introducirme en otro.
— Si me amabas ¿Por qué no lo dijiste a tiempo?. Mira lo que hice por tu culpa… me empujaste al suicidio
Sus palabras tenían un grave tono de rencor.
—Rodrigo, mi Rodrigo, perdóname.
A través de la escasa luz que filtraba la ventana pude ver su figura acercarse lentamente a mí
—Rodrigo; es verdad, te extraño y te a...
Mi frase quedó cortada ante la repulsión que me provocó su nueva apariencia.
Su piel resquebrajada y abierta olía a tierra podrida. Cuando me habló, por su fétida boca se asomó una reseca lengua grisácea. Un hedor indescriptible invadió mi habitación
— Anda; Bésame ahora, ¿No extrañabas un “beso de despedida”?
La cercanía de su repulsiva imagen me aterrorizó.
— No huyas, quiero abrazarte — Me dijo con ironía.
Acercó su agusanada mano, queriendo tocar mi rostro. Instintivamente retrocedí. Sus crecidas uñas me alcanzaron, rozando levemente mi cabello.
Fue un encuentro tan traumático como inesperado. Desperté temblando, bañada en sudor.
Mi estómago aún no se reponía de la sensación de asco, provocado por las nauseabundas y vívidas imágenes de mi sueño. Estaba despierta, ¡AL FIN! Pero una última visión me sacudió.
Vi la silueta de una araña enredada en mi largo cabello, lo remecí y ésta cayó sobre la cama. Mientras buscaba el interruptor de la luz pensé reconfortada que quizás fue aquello lo que percibí en mi rostro, mezclándose con mi sueño.
La luz de la lámpara me sacó de mi error, en mi blanca almohada, un gusano negro se retorcía.
M.D |