El poeta narcisista , apoyado en un árbol cercano al lago, armado de pluma y libreta, esperaba la inspiración.
Las aguas del estanque reflejaban su apostura y al papel garabateado asomaban los primores de un alma sensible.
El vate, consciente de ello, se jactaba de su excelsitud divina en sonrisa complaciente
Hete ahí que de pronto la cagada de un pájaro puso al artista en la realidad, mostrando su falibilidad humana.
Una sustancia amarillenta le chorreaba por cabello y rostro, afeando su figura.
El ave se retiró con graznidos que parecían de risa.