Llegaron a la estación e Iván le explicó la situación a un oficial que conocía, omitiendo la parte donde su amigo era un tritón. El oficial, cuyo nombre era Hugo, se mantuvo atento mientras hablaban. Cuando Iván terminó, juraba que lo regañaría por inventar cosas, pero, para su sorpresa, el policía reaccionó de manera diferente.
-Conozco a esas personas- les dijo Hugo con una expresión en su rostro que daba a entender que no era la primera vez que lidiaba con esos hombres. Luego se dirigió a tres oficiales que estaban cerca y les pidió apoyo para ir a rescatar al muchacho. Sin perder más tiempo salieron en la patrulla con la sirena encendida al lugar donde seguramente estaban Alfredo y esos científicos locos que, ahora que Iván lo meditaba, no estaban tan locos; ¡En realidad, era todo lo contario! Con razón Alfredo duraba tanto bajo el agua, nadaba más rápido que ninguno, y… ¡la cuellera! ¡Ahora todo tenía sentido para él! Pero fuera lo que fuera, Alfredo seguía siendo su amigo y no dejaría que hicieran con él lo que se les pegara su regalada gana, aún si era para la ciencia.
Llegaron al lugar en menos de 20 minutos. Era un edificio viejo y pequeño. Los policías entraron, seguidos por los dos amigos y les sorprendió ver que no había ni un alma en el lugar.
Recorrieron piso por piso buscando alguna señal que les indicara que estaban en el lugar correcto.
Al llegar al tercer piso escucharon una voz.
-Ya está todo listo- dijo alguien desde una de las aulas. Iván reconoció de inmediato la voz del científico.
Los policías corrieron y entraron al lugar con sus armas preparadas.
-¡Todos, manos arriba!- ordenó Hugo. Los científicos levantaron las manos pero no mostraron miedo. Iván y Paulina entraron detrás de los oficiales y vieron en el fondo a su amigo dentro de una pecera de vidrio de dos metros de alto y uno y medio de ancho. Estaba sentado de brazos cruzados, seguramente pensando en alguna forma de salir.
-Liberen al niño- ordenó el segundo oficial
-No podemos.- dijo el científico mostrándose demasiado confiado.
-He dicho que lo liberen. ¡Ahora!- volvió a gritar el segundo oficial. Paulina e Iván se mantuvieron quietos detrás de los policías. Decidieron dejarlos hacer su trabajo, pero eso no disminuía su preocupación. Alfredo sólo se les quedó viendo, sin perder la calma.
-No. Ya lo hemos confirmado- respondió el científico, esta vez se acercó a la pecera y todos notaron que una manguera gruesa estaba conectaba en la tapa. El científico puso su mano en la llave.- Le demostraremos que este niño no es un humano normal. Nuestra teoría es cierta. Hay humanos que se adaptaron para vivir en el mar. ¡Ya verán!- y abrió la llave dejando correr el agua por la manguera hasta que ésta comenzó a caer dentro de la pecera.
-¡Nooo!-gritaron Iván y Paulina
-¡Lo van a ahogar!-
-¡Están locos!-
Pero los científicos ignoraron a los dos jóvenes.
Iván creyó que Hugo los detendría pero no fue así. Los tres policías se quedaron inmóviles, en sus rostros se veía la lucha entre la curiosidad y su deber, y ¿quién podía culparlos? Si era verdad lo que esos científicos decían, ese chico representaría no sólo un gran paso para la ciencia, sino para todo el mundo.
Alfredo luchaba por romper el vidrio, pero era demasiado grueso. El agua ya cubría la mitad de su cuerpo.
-¡¿Qué esperan?!-preguntó Iván dominado por la desesperación, a Hugo, quien estaba a su lado. El policía no reaccionó; tenía su mirada fija en la pecera.
Iván no aguantó más, corrió hacia la llave y comenzó a cerrarla pero el científico lo sujetó para detenerlo y volvió a abrir la llave. El agua ya había cubierto a Alfredo completamente. Él seguía luchando por salir mientras aguantaba la respiración.
-En cuanto se le termine el aire, no tendrá mas opción que respirar- dijo el científico para mantener control de la situación. Los oficiales permanecieron en su lugar cada vez más nerviosos. Iván seguía luchando por zafarse pero el científico lo tenía bien sujeto.
Paulina se había quedado paralizada. Sabía que su amigo no se ahogaría, sin embargo, lo que le esperaba era mucho peor y eso la aterraba. No sabía qué hacer.
Alfredo siguió luchando por casi un minuto hasta que se detuvo, y justo cuando todos estaban seguros de que respiraría, Alfredo perdió la conciencia y comenzó a hundirse. Iván y Paulina palidecieron de horror.
-¿Pero qué...?- comenzó a decir el científico sin comprender, pero los policías reaccionaron de inmediato.
-¡Al suelo!- gritaron los oficiales apuntando sus armas de manera amenazante, mas la expresión en sus rostros revelaba vergüenza. Los científicos, atónitos y confundidos, se tiraron al suelo con las manos en la cabeza. En cuanto sintió que el científico lo soltó, Iván corrió hacia la pecera y comenzó a golpearla, y Paulina llegó junto a él rápidamente para ayudarlo. En eso Hugo se acercó, los apartó con una mano y, con un tubo de metal, rompió el vidrio.
El agua se esparció por el suelo como si fuera una pequeña inundación. El cuerpo pálido de Alfredo cayó frente a ellos y, sin perder más tiempo del que ya habían perdido, Hugo se hincó a su lado y comenzó a darle respiración de boca a boca.
Paulina no pudo contener las lágrimas; Iván estaba en shock. El policía repitió los pasos varias veces pero no había respuesta.
-¡Vamos chico! No te rindas- exclamó Hugo mientras presionaba su pecho.
De pronto, Alfredo comenzó a toser sacando el agua de sus pulmones.
-Gracias a Dios- suspiró Hugo con alivio. Paulina dejó escapar un grito de alegría y, junto con Iván, se le lanzaron y lo abrazaron con lágrimas en los ojos.
-Perdónanos muchacho...-le dijo Hugo a Alfredo, tan apenado que no podía ni verlo a los ojos- Nos dejamos engañar por un mito-
Alfredo sonrió sin rencor– Hasta ellos mismos se dejaron engañar por esto.– señalo unas marcas que tenía en el cuello. Eran parecidas a las branquias de los peces, pero él sólo tenía una en cada lado y se veía como una cortada.- creyeron que estas viejas heridas me permitían respirar bajo el agua.– se rió– ¿Quién diría que un accidente de moto me causaría tantos problemas?
Tanto Iván como el policía las observaron con una curiosidad muy obvia. El policía lo vio como un caso bastante raro, pero Iván sabía lo que eran realmente.
-Ya están esposados, jefe- dijo un segundo oficial cuando llegó junto a ellos. El policía que había ayudado a Alfredo se levantó y fue con sus compañeros.
Iván y sus amigos se levantaron también, ayudaron a Alfredo y se dirigieron a la salida. Había sido una tarde demasiado agitada.
-¿Qué fue lo que pasó allá?- preguntó Paulina algo intrigada por lo que acababa de pasar.- ¿Por qué no pudiste respirar? ¿Qué tenía esa agua- Iván también quería saber, por lo que prestó atención.
-El agua no tenía nada, y claro que podía respirar.- respondió Alfredo como si todo hubiera sido una broma pesada- Simplemente no iba a convertirme en rata de laboratorio.- hizo una pausa y luego agregó dandoles una palmadita en el hombro a sus dos amigos- Además, yo sabía que no me dejarían morir. ¿Si no quién impresionaría al público mañana?-
Hasta ese momento Iván había olvidado completamente la exhibición. Sintió un nudo en el estómago, pero al ver la confianza de Alfredo, a pesar de que casi moría, se relajó un poco. Después de lo que habían pasado en ese día, lo de mañana sería pan comido.
-Sólo no vuelvas a asustarnos así.- Suplicó Paulina. Entonces Iván supo que ella no se iba a recuperar tan rápido como lo habían hecho ellos. Lo bueno era que todo había terminado.
Al día siguiente, los tres amigos se levantaron temprano y prepararon sus motos acuáticas. Paulina comenzó a llamar a la gente repartiendo volantes con la información del nuevo negocio, y en pocos minutos la playa se llenó.
Iván y Alfredo iniciaron su exhibición. Se mantuvieron juntod a una misma velocidad, luego se separaron al mismo tiempo dando giros para hacer figuras en el agua, después se enfrentaron yendo directamente de frente hacia al otro y en el último momento se esquivaron girando hacia lados contrarios; daban saltos y luego seguían girando.
Al final de la exhibición, Iván y Alfredo encontraron el local lleno cuando fueron a dejar las motos. Y varios niños querían que ellos les dieran un paseo tan emocionante como lo que vieron en la exhibición. Los dos amigos se voltearon a ver sonriendo y chocaron puños felices por el gran logro.
Esa noche después de cerrar, los tres amigos se fueron a festejar a los uno de sus bares favoritos del puerto.
Paulina junto con Alfredo, quien ya se había conseguido una nueva cuellera, estuvieron bailando con mucha energía mientras que Iván platicaba con una chica que apenas acababan de presentarle, después se unieron a la pista de baile movidos por la música y el efecto del alcohol.
Minutos después, regresaron a su mesa para cerrar esa gran noche con un brindis.
-Por nosotros,- dijo Iván levantando su cerveza; Paulina, Alfredo y la nueva chica hicieron lo mismo- para que esta amistad dure por siempre.- Chocaron botellas y siguieron con la fiesta un rato más antes de regresar a casa.
Al día siguiente Iván regresaría a su vida normal, sólo que esta vez con un nuevo negocio, un interesante descubrimiento, y un lazo de amistad más fuerte que el de antes.
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