Si no ves la rosa abriéndose
junto a las aguas de la acequia,
nunca podrás decir que fue realmente tuya.
Si sólo aspiraste su perfume
a través de las hojas de un libro,
tienes razones para sentirte desdichado.
Yo te vi en la lejanía, encaramada
a las rocas del acantilado.
Alcé mis brazos hacia la muralla del océano,
y el viento tan sólo me trajo
un triste preludio de tu voz.
No te he olvidado aunque
lo creas desde hace tiempo.
Te tengo muy presente
en cada una de mis horas.
Rosa del viento de la lontananza,
siempre presente, aquí está mi boca
y mi aliento para dar cántico a tu ausencia.
Anónimo.
Texto agregado el 17-03-2018, y leído por 72
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