LA ÚLTIMA NOSTALGIA.

De todos los seres de la creación,
de todas las plantas y torrentes,
mares efervescentes de formas animadas,
sembríos y ciudades tumultuosas,
no he encontrado nada que merezca
tanto la felicidad como tú.
No quieras lo mismo para mí,
si has alcanzado los atrios del templo
donde se consuman mis soledades.
Permíteme comprar tu felicidad
al precio del olvido que me has de tributar.
Porque la palabra me falla,
pero te amo más allá del nivel
de comprensión de mi atribulada inteligencia.
Miro al Noto y al Austro,
y no hay extensión que pueda contener
lo que encierro en mi interior.
Estoy abandonado a un corazón
que no responde, a una vida
que es decrepitud para mí.
Algunos aciertos obré, madrugué
muchas veces esperando la ayuda
de lo alto, tuve esperanzas en los momentos
en los que era una dulzura tenerlas.
Pero ahora has atravesado la sombra
del campanario, y ves que los cirios
arden en mi catafalco. Mis manos
ya no se levantan, mis ojos
ya no perciben la luz de tu presencia.
Estoy muerto, ésa es la palabra.
El camino reluce del oro del otoño,
la paloma se ha posado en el macizo
de mis flores, el arco del cielo
me ha sombreado con sus añiles y escarlatas.
He muerto para que tu vida
pueda desarrollarse, para que puedas
olvidarme del modo en que yo no te olvido,
para que llores en un alumbramiento
fértil de tu existencia. El viento se ha colmado
con las letanías de mi fallecimiento,
la bajamar se ha colado
en el seno de la luna.
Tristeza lo llaman, pero la inscripción
que figura en mi sepultura
se apoya en la palabra “Nostalgia”


-Anónimo.-