Es lo primero que tenían que enseñar en las escuelas y parece una obviedad. Yo mismo, aunque no soy muy acérrimo de la plática, lo olvido a veces. Y es cierto, aunque quizá convenga a alguna necesidad fisiológica y ande uno medio errado. Habría que consultarlo con un doctor: sobre si hay alguna ventaja en mantener el órgano en cuestión en constante ejercicio, una y otra vez, hasta acabar el día. Así, intuitivamente- como las enciclopedias Alvarez de nuestra infancia, que se declaraban sintéticas e intuitivas- no extraigo ninguna ventaja en andarle dale que dale. Fisiológicamente hablando, claro. Qué duda cabe que si nos dejan vaciar el buzón prestándonos oídos, llega uno a la cama como un bebé. Por lo que se refiere al apartado psicológico, esto último. Por ello andan por ahí los Psicólogos- fieles depositarios de estos buzones no de correos. Me refiero en la teoría según la cual tales profesionales cobran por ello, para bien de la humanidad y del universo. Otra cosa es la realidad; pero no quiero abundar en ello.
El tema que me ocupa es otro: el de la consciencia sobre la posibilidad de estarse callado. Muy importante, lo debían de enseñar en la escuela, ya digo.