Quiero oír tu opinión al respecto.
Estimado, me resulta imperativo.
Debo saber que puedo decir luego,
para parecer realmente asertivo.


Más que importar lo que tienes
que complicadamente expresar.
Disentir de tu referente opinión,
es un lujo que no me puedo dar.


De seguro no estarán cargadas,
de infinita ni milenaria sabiduría.
En ningún caso son palabras,
que más de alguien calificaría,
como delicadamente acertadas.


De cierto resulta, que cada opinión
durante el último tiempo escuchada,
se han transformado en decepción,
luego de ser digeridas y masticadas.


Tantas en tan poco tiempo,
que me temo que en la claridad
de un deteriorado discernimiento,
ya no tenga la misma capacidad,
de que abusaba en otros tiempos.


Así pues, he de considerar
la porfía como única medida
al entero servicio del bienestar
por una capacidad reducida.


Quizás así otros a la luz fugaz
del apresurado cuestionamiento,
tengan la improvisada oportunidad
de repensar su adoctrinamiento.


Que el valor de una opinión
a decir verdad, se encuentra
mas que en la propia revelación,
en el sugerido valor que se le da,
a quien en estrecha relación,
la presenta por sabia conclusión.


Y quienes como descerebrados
incapaces de imaginar algo más,
caminamos tras la voz de turno,
sedientos de verdades a medias
atemorizados de poder descubrir,
que si lo pensamos un poco más,
nos veríamos obligados a disentir.


Y la voz disidente se apaga,
cual grito débilmente asfixiado,
en claro rechazo social mutilado,
de sordos oídos empecinados.
Aterrorizados con la posibilidad
de escuchar lo que nadie desea.


Y no se dan cuenta que siempre
el destino de muchos descansa
escondido en las voces de pocos.
Por eso no me pidas en confianza
que deba callar frente a todos
¡Porque disentiré torpemente!
¡Porque disentiré porfiadamente!