Cansado de luchar, cansado de meditar, mientras seguía engañándome a mí mismo sobre tu partida, decidí caminar y mientras veía en las calles, en el parque donde solíamos estar, a tanta gente feliz, tal y como lo fuimos nosotros, decidí comprar un cigarro y sentarme a reflexionar en todas las veces que pensamos que sería la última oportunidad. Pero solo una de ellas es la que más vale tomar en cuenta, aquella donde me dijiste: "No es que no esté contigo, simplemente nunca lo estuve"
Un mes antes de enamorarme de ti, frecuentaba constantemente tu aula, aquella donde te veía feliz escribiendo mensajes y conversando con mucha gente y me dije: "ese de los mensajes debo ser yo". Tres semanas antes de enamorarme de ti, me acercaba sigilosamente y me sentaba a tu lado a pedirte los apuntes, me conformaba con tu "nunca copias y tus risas sin sentido". Dos semanas antes de enamorarme de ti, atiné a pedirte tu número y con tu voz tierna y misteriosa dijiste: "si es para invitarme a salir, no lo dejes en ideas, hazlo". Una semana antes de enamorarme de ti, fui feliz ya que no paraba de contar los días para verte, hasta que llegó el día.
El día que me enamoré de ti, obtuve la primera oportunidad de demostrarle a alguien lo mucho que valía la pena, lo mucho que los intentos de conquistarla pueden hacer en una persona. Resulta que muchos días fueron felices, no había día en la que no piense en ti y esperaba continuamente tus mensajes.
Varios meses después de seguir juntos, llegó la peor de las noticias, te tenías que mudar y eso nos dolió a ambos. Tu partida trajo muchos cambios, que hasta hoy sigo pensando si fue correcto volverte a buscar. Muchas semanas después cansadas de teclear tanto y de intercambiar dudas, decidimos vernos, y quizá no lo sepas, pero para mí eran los días más felices, aquellos donde solo nos quedaba amarnos, y donde el tiempo se consumía, todo se acababa. Y como decía el buen Cabo: "No llores porque terminó, sonríe porque sucedió" y eso hacía, pasarla bien contigo a pesar de todo.
El día que decidiste desenamorarte de mí, muchas cosas cambiaron. Fue como aquel castigo que la gente espera cuando hace algo malo. Fue como aquella sentencia que uno espera cuando comete un delito. Fue como aquella pesadilla que sucede cuando sabes que tienes algo en mente y no puedes controlarlo. Fue eso y todo. Fuiste todo.
Recuerdo que tu excusa fue la distancia, recuerdo que tu excusa fue las pocas veces que nos veíamos, recuerdo que tu excusa fue que el tiempo mata las pasiones, pero lo único que mató fue mi esperanza. ¿Recuerdas cuando alocadamente fui a buscarte a tu centro y decirte que sigamos dándonos oportunidades?, ese día fue la segunda vez que lo intentamos y dos días después dijiste que no era necesario, que mejor era así.
Ayer, subí a un carro rumbo al lugar donde te encuentras, miré por las ventanas de tu casa y estaban cerradas y pensé no habrá nadie en casa. Caminé rumbo al parque dónde siempre nos veíamos y en la tienda compré un cigarro, y me senté a reflexionar en todas las veces que pensamos que sería la última oportunidad. Mientras pensaba, oí una risa a lo lejos y la reconocí, era la tuya; pero ahora venías con alguien más, tan feliz que tristemente me paré y le entregué la carta que traía en mis manos a una persona que pasaba por ahí. La carta contenía todos aquellos deseos que siempre quise contigo, todas aquellas ilusiones que siempre me puse en mente, todos aquellos para qué y por qué que siempre me preguntaste y sobretodo tenía la pregunta más importante de mi vida: ¿Todavía piensas que esta fue la última oportunidad?
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