Lacroix era el nombre del gato de Indira, que justo todas las mañanas estaba encima del carro de Alberto Mosqueira, el petulante que con nadie hablaba. Al salir de su departamento el 809 de la Torre A, de un lujoso edificio en la Ciudad, se dirigía a los estacionamientos y su auto estaba adornado con el hermoso gato de angora llamado Lacroix, con enojo lo ahuyentaba para quitarlo de su hermoso Porsche 911 GTS color rojo, al quitar al gato más tenía miedo de que las garras del gato pudieran dañar su lujoso auto. No permitía que nadie se subiera y menos tocara su auto.
El enojo le duraba toda la mañana y se proponía que al regresar buscaría al dueño de semejante mascota para pedirle, no, más bien, exigirle que no se volviera a subir a su auto. Al llegar era ya tan tarde que se olvidaba de su cometido hasta el día siguiente que sucedía lo mismo.
Un sábado por la mañana, debido a una llamada de su amiga tuvo que salir muy temprano y al tomar su auto Lacroix estaba ahí, era fácil saber el nombre del gato, ya que su vistoso y fino collar llevaba una grande placa con el nombre escrito. Era tanta la prisa por salir, que solo le dijo:
-Lacroix, llevo prisa. Y tal como si el gato hubiera entendido las palabras, bajó de inmediato del cofre del auto. Alberto por primera vez no se fue enojado, tal vez por la premura o porque ya se había hecho amigo de Lacroix. Afortunadamente su amiga se restableció favorablemente, de cualquier manera la acompañó durante todo el fin de semana.
El siguiente lunes Alberto se encontró con Lacroix y sin enojarse le dijo: -Bájate con cuidado, no vayas a rayar mi auto. Lacroix se bajó de inmediato, habiéndole dedicado un maullido a modo de saludo. Incluso Alberto le deseó un buen día.
Alberto que resaltaba por ser petulante en el edificio donde vivía, también lo era en su oficina, tenía pocos amigos, y aunque las amigas eran más, procuraba evadir cualquier invitación que alguna de ella le hiciera. Cada caso que tenía en su despacho ocupaba su atención constante, por lo que trabajaba hasta muy tarde, una vez ganado el caso, se desconectaba por unos días de la oficina hasta que un nuevo cliente llamaba a su puerta. Aun cuando los juzgados estuvieran de vacaciones, si Alberto estaba metido en algún litigio no descansaba en investigaciones y en obtener fundamentaciones que le hicieran ganar el juicio.
Sus mismos compañeros lo admiraban por su dedicación, buen juicio en los negocios, habilidades y conocimientos en derecho, pero como amigo, le sacaban la vuelta, pues no era una persona con la que quisieran convivir. Ellos no sabían a dónde se recluía Alberto cuando no estaba en la oficina y a pesar de que llevaban muchos años trabajando con él, ignoraban en dónde vivía. Resultaba un misterio la vida privada del principal socio del despacho.
Gabriel, quien tenía más tiempo en el despacho y que incluso había sido compañero en la Universidad de Alberto tampoco sabía mucho de la vida de Alberto, a veces los demás socios y compañeros del despacho le preguntaban cómo había sido Alberto en la escuela, Gabriel titubeaba, pues por más que quería recordar esa etapa, le era difícil platicar alguna anécdota, experiencia o examen en dónde hubieran estado juntos. Se limitaba a decir, -la verdad yo estaba siempre en la fiesta y Alberto era un Nerd. Pero la verdad es que no se acordaba de Alberto durante la universidad, fue hasta después de la graduación que coincidieron en un evento de la escuela y ahí Alberto le propuso entrar a su despacho a trabajar. De esto habían pasado ya 15 años. Una vez trabajando se concentraron en hacer brillar la firma, buscando clientes, y haciendo que éstos tuvieran el éxito esperado llevando a buen término sus casos, situación que lograron en poco tiempo gracias a su dedicación. Cuando Gabriel contrajo nupcias Alberto se encontraba de viaje, así que no asistió, cuando bautizó a su primer hijo, pasó lo mismo, y si lo invitaba a alguna reunión familiar con excusas rechazaba amablemente la invitación, hasta que Gabriel se dio cuenta que le hacía más favor si no lo invitaba que si lo hacía.
Alberto no se dio cuenta de que ya no lo invitaban y si lo hizo, no le importó que Gabriel ya no lo incluyera en sus actividades sociales. Incluso si se trataba de una reunión de trabajo se hacía dentro del buffete y como política establecida tenían prohibido convivir socialmente con los clientes así fuera para celebrar el éxito obtenido, pues éste lo daban por descontado.
Los demás compañeros y socios aprendieron a respetar las políticas, aunque en secreto algunos de ellos eran muy hábiles para cumplir con su trabajo y socializar con los clientes, incluso uno de ellos se liaba con las clientas que obtenían su divorcio, cuya celebración llevaban a cabo en un lujoso hotel de la Ciudad, en algunas ocasiones la relación continuaba por un periodo, nunca muy largo pues siempre había alguna guapa divorciada que desbancaba a la actual. Aunque se manejaba con toda discreción, Gabriel se enteraba, pero era incapaz de decirle a Alberto lo que pasaba, pues su enojo sería tal que quien sufriría las consecuencias sería el propio despacho.
Todos se preguntaban por la vida privada de Alberto, pero lo cierto es que a nadie le interesaba pues de no ser por trabajo no tenían mayor relación con él, en lo que sí se interesaban eran en los autos que cambiaba cada año por el deportivo de lujo. Todos gozaban de buen ingreso, claro que la mayoría tenía familia que mantener y se creía que Alberto no, pero en realidad nadie lo sabía.
Cada mañana que Alberto salía, Lacroix estaba trepado en su auto, parecía que le encantaba el auto, aunque también parecía que aguardaba a Alberto, pues lo veía aproximarse y con sumo cuidado daba un brinco desde el cofre, maullaba a modo de saludo y esperaba a que Alberto le hablara. Conforme pasaban los días se hacían más amigos, Alberto incluso después de saludarlo le decía algún punto importante de lo que el día le esperaba, por ejemplo, el caso que tenía, el argumento que utilizaría, el avance que llevaba, eran pocas las palabras, pero a juzgar por la forma de ser de Alberto, se notaba una gran conexión con el gato, pues era a quien le dedicaba más palabras durante el día.
Ismael, un socio más del despacho llevó a un cliente nuevo cuyo caso se veía con pocas expectativas de ganar, así que le pidió a Alberto Mosqueira lo apoyara en el caso, pues su experiencia, buen juicio y conocimientos excedían a todos en el despacho. En principio Alberto se negó argumentando que tenía otros casos que requerían de su completa atención. Ante la insistencia de Ismael, Alberto accedió a leer la documentación del caso.
A la mañana siguiente Alberto se encontró como siempre con Lacroix y le dijo:
-Lacroix, ¿Crées que deba acceder a llevar el caso que me presenta Ismael?. Y tal como si fuera una aprobación el gato lo volteó a ver y con sus lindos ojos azules le hizo un giño, maulló y bajó del cofre del auto con un brinco elegante y largo. Alberto tomó tal gesto como una aprobación, así que llegando al despacho se dirigió al privado de Ismael y le dijo: - Estoy dentro, hazme una cita con los clientes debo realizar mis propias percepciones. A Ismael le brillaron los ojos, pues nada le interesaba más que ganar el caso de sus clientes, así que comenzó a trabajar codo a codo con Alberto, reunieron las pruebas, armaron los expedientes, ampliaron las denuncias y los presentaron en el juzgado.
Isamel ansioso por la resolución favorable del juicio, agradecía la intervención atinada de Alberto, reconociendo que la táctica había sido la más indicada para ganar.
Transcurrieron varios días, en que no se sabía la resolución del juez, cosa que tenía a Ismael pendiendo de un hilo y a Alberto como si nada, éste se limitaba a esperar la contestación del juez para lo cual ya tenía preparado alternativas para continuar el litigio, dependiendo la conclusiva del juez.
El cliente, un poco desesperado por la determinación del juez y la larga espera, llamó directamente a Alberto y lo cito en su oficina, Alberto no trabajaba de ese modo, pero por primera vez, aceptó la cita fuera de todo protocolo establecido por él mismo. La oficina ubicada en la calle de Reforma tenía un enorme y lujoso mezzanine, una hermosa asistente lo recibió, lo condujo a una sala de juntas, le ofreció café y lo dejó esperando por breves minutos a que llegara quien lo había citado. El Act. Lara llegó y lo saludo afablemente, iniciando una exposición de motivos por los cuales lo había hecho acudir a la oficina, Alberto como siempre de pocas palabras, no decía nada, se limitaba a escucharle, una vez terminada la exposición, lacónicamente Alberto contestó, -esperaremos a que el Juez emita su juicio y en consecuencia actuaremos.
El Act. Lara se levantó en cólera, pues su desesperación era tal que no podía entender como el Alberto tomaba tan a la ligera el caso. Alberto se levantó queriéndose ir de ahí, y justo antes de salir de la sala de juntas le dijo:
-El proceso se está llevando, ahora es el juez quien tiene la jugada, esperaremos a verla y en consecuencia actuaremos.
El Act. Lara aventó unas revistas que estaban a su alcance y gritó por la ineptitud del abogado, ante los gritos, la asistente se encaminó para entrar a la sala y alcanzó a ver a Alberto saliendo, pidió una disculpa por su jefe argumentando el stress en que vivía desde el problema suscitado. Alberto le sonrió y con amable gesto se despidió. La asistente lo siguió a la salida, pero no logró que Alberto dijera alguna palabra más, tal parecía que no había pasado nada.
Al llegar a la oficina Alberto no intentó siquiera comentar lo ocurrido con su socio Ismael, en realidad no le importó la desesperación de su cliente, y no es precisamente que no le importara su cliente, sino que sabía el tiempo que lleva un proceso y que el impass de espera es desquiciante para el cliente. Lo sabía muy bien en su larga vida profesional. Lo que sí esperaba ansioso era ver a su felino amigo Lacroix para contarle de los ojos llenos de furia que tenía el Sr. Lara, en el fondo encontró una similitud en los ojos de su cliente y en los de Lacroix.
La asistente del Act. Lara llamó a Alberto, éste se negó a contestarle suponiendo que lo hacía en representación de su jefe y que no pretendía continuar con la discusión. La asistente dejó un recado pidiendo que se contactar con ella. Alberto hizo caso omiso, llamaría cuando tuviera algo con respecto al juicio, no antes. Unos días después la Srita. Patel volvió a llamar pero esta vez fue justo Alberto quien contestó. La Srita. Patel le pidió que no comentara a su jefe que lo había contactado, pues en realidad era a espaldas de él que ella había tomado la decisión de contactarlo. Ante eso Alberto de inmediato decidió concluir la llamada y no involucrarse en traiciones o malos entendidos.
Ante la negativa de escucharla, la Srita Patel se presentó en el despacho en varias ocasiones hasta que se encontró con Alberto. Alberto en principio no la reconoció, lo que sí llamó su atención fueron sus hermosos ojos azules, mismos que se le hacían muy familiares, se saludaron y le dijo que necesitaba hablar con él. Al verla detenidamente Alberto recordó que era la Asistente del Act. Lara, la misma que había llamado insistentemente, y a quien había decidido no escuchar. La Srita le suplicó escuchara lo que tenía que decir, y sin más remedio Alberto la invitó a pasar a su privado. Después de 2 horas la Srita salió de la oficina y Alberto la acompañó a la salida.
Unos días después Alberto recibió la respuesta del Juez en relación al caso del Actuario la cual dejaba la posibilidad de ganar por completo el juicio, dado lo cual Alberto acudió con Ismael a las oficinas del Act. Lara para presentarle la resolución recibida, desde la llegada buscó a la Srita. Patel, pero no logró verla, fue otra joven quien los recibió y dirigió a la oficina del Act. Lara, ahí Alberto preguntó por la Asistente que lo había recibido la vez pasada, el act. Lara con voz entre cortada dijo: -Ya no está con nosotros.
-¿Cómo? ¿Renunció? – Dijo Alberto.
-No. Murió. Pero cómo si es joven y llena de vitalidad. Ismael no se lo podía creer el hombre que jamás se metía en la vida de los demás ahora preguntando por una asistente de un cliente, era algo inaudito.
Alberto no pudo ocultar su tristeza y su inquietud por saber más acerca de la Srita. Patel. Solo que al decir el nombre el Act. Lara lo corrigió y le dijo no era Patel, mi asistente era la Srita. Alicia Melgoza. – No. dijo Alberto, ella llamó al despacho y dejó mensajes y un día acudió a verme, su nombre era Indira Patel.
-Está en un error y una gran confusión yo no incluyo a mis asistentes en mis asuntos privados, al Srita Melgoza q.e.p.d. no podría haberlo buscado. –Dijo el Act. Lara.
Alberto se mostró sumamente inquieto y desvió la conversación hacia el caso que habían ganado y a como se le resarcirían los daños al Act. Lara.
Al salir de las oficinas Alberto se mostraba nervioso, tiró 3 veces las llaves de su auto, se equivocó de lugar dónde lo había estacionado, al notarlo tan extraño Ismael preguntó si le pasaba algo, era obvio que sí, pero conocía muy bien a su compañero y sabía que no le diría nada, pero antes no lo había visto de ese modo.
Llegaron a la oficina, Ismael se bajó del Porsche y Alberto lo arrancó y se fue.
-Lacroix! No lo vas a creer! Ella no existe!. Bueno sí!... pero no!!. – Alberto hablaba con el gato como si fuera su amigo, en el estacionamiento de su departamento; seguía tan raro que no parecía él mismo, levantaba las manos, movía la cabeza, pretendía gritar pero no emitía sonido alguno. Subió a su apartamento recogió unos documentos, dinero y una pequeña maleta con algo de ropa. Se despidió del gato y salió en su auto.
En la oficina Ismail contó a sus compañeros la actitud tan rara que tenía Alberto, y aunque a todos les gustaba enterarse de la vida de los demás, todos daban por hecho que no era una persona muy normal, a excepción de una pasante llamada Claudia que tenía poco tiempo en el despacho y quien solía observar las actitudes de Alberto, ella comentó: -¡Seguro ya lo sabe!. Ismail volteó y con tono de duda preguntó: - ¿qué es lo que sabe?. Claudia titubeó, meneó su cabeza, se disculpó y salió del despacho.
Ismail no contento con el comentario le marcó por teléfono y le preguntó directamente que es lo que ella estaba ocultando, pero Claudia pudo evadir la pregunta aduciendo que se sentía un poco mal.
El siguiente día ni Alberto, ni Claudia se presentaron al despacho, y sus teléfonos estaban apagados. Ismail se dio a la tarea de buscar el domicilio de Claudia y salir a buscarla, vivía en un departamento en una colonia cercana y ahí se dirigió, al llegar lo recibió una Sra. de edad avanzada que seguramente en sus años mozos fuera una belleza, muy amable en su trato se presentó como Natalia Patel, de la vivienda salió un hermoso gato siamés a quien la Sra. Natalia le dijo: -¡Lacroix no te salgas!, pero el gato se salió. Ismail se presentó y dijo que buscaba a Claudia, la Sra. Natalia era su madre y le dijo que Claudia era su hija y que había muerto en un terrible accidente 10 años atrás, -No! –dijo Ismail, Claudia Melgoza trabaja en el despacho, es abogada, estudió en la escuela Libre de Derecho y trabaja desde hace un año con nosotros. –Me apena no poder ayudarlo, seguramente hay algún error en sus archivos. Argumentó la Sra. Natalia.
-Yo, tuve 2 hijas: Indira e Iliana, eran gemelas y en un accidente de auto murieron instantáneamente, viajaban a Mérida con mi hermano, no hubo sobrevivientes. Desde ese día yo vivo muerta en vida pensando en mis hijas, mi esposo me acompañaba hasta hace un año que murió, solo me queda Lacroix que es mi gato. –Natalia contaba con voz entrecortada y con lágrimas asomadas en sus ojos su triste historia.
Ismail se disculpó, pensó que tal vez su prisa por encontrar la dirección lo hubiera traicionado y que estaba equivocado, así que regresó al despacho y buscó la dirección de Alberto, buscó en todo su escritorio, tenía que encontrar algo que le dijera donde vivía Alberto, no encontraba nada, se dirigió a la agencia de autos donde suponía había comprado el famoso porsche 911 GTS y ahí pudo bajo una indiscreción del vendedor conseguir los datos de factura del auto, al verla, se quedó pálido, la dirección era la misma que tenía Claudia, solo que otro departamento. Tan pronto como pudo salió de la agencia y se dirigió nuevamente al edificio, tocó y tocó en el departamento 809, pero nadie abrió, le llamó la atención que junto a él estaba un gato, bajó la mirada y pudo ver la placa con el nombre del gato. –¿¡Lacroix!?. –Gritó.
Se dirigió a la administración para preguntar por Alberto, creyendo que podían saber algo de él, pero lo único que le pudieron decir fue la hora que estaba registrada de salida en su porsche.
Ismail caminaba en círculos, temblaba, se subía a su auto y se volvía a bajar, finalmente entró a su auto se desplomó en el asiento y se recargó en el volante, unos minutos más tarde encendió el motor y salió del edificio rumbo al despacho. No habló con nadie, se encerró en su oficina, tomó el expediente del Act. Lara y revisó minuciosamente los acuses de la información, los mails, y los destinatarios de cada uno, en uno de los correos electrónicos había un correo ipatel@hotmail.com, -Entonces sí existía una persona Patel y además la “i”, podría ser de “Indira”, podría ser solo una coincidencia, pero era una prueba de que existía una persona con apellido Patel como bien lo había dicho Alberto.
El despacho continuaba en sus labores normales, todos sabían que después de ganado un caso Alberto se desaparecía por algunos días, así, que no era de llamar la atención su ausencia, salvo para Ismail pero y… Claudia, ¿quién era?, ¿quién la contrató?, ¿cómo es que no había llegado a la oficina?, eran demasiadas las preguntas que tenía en su cabeza y ni una respuesta. Hasta el gato le llegaba a su mente.
Ismael llamó a Gabriel y le explicó lo sucedido, desde cómo era que Alberto había manifestado su inquietud por la asistente del Act. Lara, del comentario de Claudia, de la visita que hizo al departamento de Claudia y luego de cómo obtuvo la dirección de Alberto. Gabriel no podía decir nada, pero creía que su compañero Ismael podría estar exagerando las situaciones, y lo único que hizo queriendo tranquilizarlo es que se encargaría de buscar a Claudia, pues sí era muy raro que no se hubiera presentado a trabajar.
Gabriel indagó y se le daba muy bien eso de meterse en la vida de los demás, comenzó a investigar lo que cada uno sabía acerca de la vida de Claudia, para su sorpresa no encontró nada, salvo el expediente del área de personal dónde se encontraba su solicitud de empleo, así que se encaminó a la Escuela Libre de Derecho para preguntar por ella, ya que ahí se había licenciado. En la Escuela no le dieron ningún dato, pero no sabía si era por política y discreción o bien porque no la conocían, así que haciendo algunas llamadas de contactos llegó con el Director y buscaron los expedientes entre los exalumnos, no existía el nombre, lo más curioso es que en los anuarios sí había una chica muy parecida físicamente a Claudia, de la cual no venía el nombre impreso.
Por su lado Ismail se dio a la tarea de buscar información de accidentes registrados en carretera 10 años antes, y de indagar más sobre la vida de la Sra. Natalia Patel. Encontró información de un accidente ocurrido 10 años antes en la carretera de Campeche en dónde hubo una niñas que viajaban con un matrimonio, se asume que era una familia: papá, mamá y dos hijas, y no se reportaron sobrevivientes. Ismail se trasladó de inmediato a Campeche a buscar la información del accidente, buscó en la delegación y en los hospitales, en la hemeroteca, siguiendo pistas, preguntando a los lugareños, llegó con el brujo del lugar, al preguntarle sobre la familia que murió en un accidente en la carretera cercana 10 años atrás, el brujo le dijo que recordaba el accidente pero que no toda la familia había perecido.
Gabriel seguía en la búsqueda de Claudia, pero no encontraba nada, ni tampoco a ella. Empezó a preocuparse, había cosas que no le checaban, desde la contratación de una persona de la cual no conocen nada, bueno, en realidad que no existe y de todo lo que Ismail le había contado. Era locura lo que estaba sucediendo. A punto de darle un síncope y justo en el atolondramiento recordó una tarde en que saliendo de la oficina vio a Claudia subir a un auto de un compañero que había dejado de trabajar para el bufete por cambio de residencia, así que lo llamó y para su buena suerte logró comunicarse con él, después de saludarlo e intercambiar algunas oraciones de cortesía le preguntó directamente por Claudia y el día que vio que subía a su auto, a lo que la persona contestó que le había dado un aventón porque ese día no llevaba auto, la siguiente pregunta puso un poco incómodos a los dos pero para Gabriel era necesario conocer cualquier dato más de ella, sin despertar ninguna suspicacia. El interlocutor le dio algunos pormenores con los que Gabriel se pudo dar cuenta que era en la misma dirección que Ismail la había ido a buscar. Se despidió y agradeció la información muy a pesar de la duda que sembró en su excompañero.
Gabriel estaba mareado, sentía un dolor en el pecho que se extendía hacia el brazo izquierdo, y haciendo acopio a todas sus fuerzas, manejó a la dirección del departamento, ahí se encontraba la Sra. Natalia, no tuvo ningún problema en reconocerla ya que Ismail le había hablado de ella, pero para esos momentos se encontraba completamente pálido, así que la Sra. Natalia gritaba pidiendo ayuda para poder atender a Gabriel, quien alcanzó a decir que era del despacho de Abogados donde Claudia trabajaba. La Sra. Natalia llamó por ayuda y luego de unos minutos llegaron unos paramédicos ayudaron a volver en sí a Gabriel, quien se encontraba dentro del departamento de la Señra, entre las caras de los paramédicos que trataba de ubicar, así como del lugar donde se encontraba vio unas fotografías en las que estaba Alberto, aunque la foto parecía que tenía años dado el formato, se distinguía completamente la cara y complexión de Alberto, preguntó a la Sra. Natalia quien era el de la foto y ella le dijo que su hermano. Los paramédicos se llevaron a Gabriel al hospital para ser observado. Desde la entrada del edificio Lacroix observaba cuando lo subían a la ambulancia.
Luego de 8 días Gabriel se incorporó al trabajo, abatido por su enfermedad de corazón que por el momento se encontraba estable y confundido por lo que ocurría, en el despacho ni Claudia, ni Alberto habían vuelto a poner un pie. Ismail había regresado de Campeche con noticias que no se atrevía a revelar por la incongruencia que tenían, sin embargo, continuaba indagando. Gabriel le contó lo que había hecho en relación a la búsqueda de Claudia y también de haber ido al departamento de Natalia donde se puso muy mal y tuvo que ser llevado a un médico, pero también le contó de la foto que estaba en la mesa lateral de la sala de Natalia en dónde pudo reconocer a Alberto, pero que según dijo Natalia era su hermano.
Ambos se dirigieron al departamento de Natalia, so pretexto de agradecer la atención que le dieron a Gabriel y obviamente a preguntar por Claudia, cuando llegaron al departamento, notaron que la puerta estaba abierta, sin dudarlo entraron preguntando por la Sra. Natalia, pero solo Lacroix se asomaba desde la recámara, entraron a la recámara y encontraron a la Sra. Natalia muerta recostada en su cama abrazando la fotografía que pareciera de Alberto. Dieron aviso a la administración del Edificio, llamaron a ambulancia y Ministerio Público. Ahora no solo no sabían que pasaba con Claudia y con Alberto y si algo había en común en su desaparición o en su no existencia, también tenían un caso por la muerte de la Sra. Natalia. La autopsia manifestó muerte natural. Lo malo es que era la única persona que podría ayudarles para develar el misterio de lo que estaban viviendo. Gabriel e Ismail, se encontraban desvalidos, incapaces de seguir adelante con la investigación y peor aún con dejar así las cosas, dieron aviso a las autoridades por la desaparición de la Srita Claudia, por Alberto decidieron no hacer algo, puesto que pensaban que por su costumbre en cualquier momento podría aparecer.
Un lunes por la mañana Alberto apareció listo para irse a trabajar, llegó a por su auto y Lacroix se encontraba en el cofre lamiendo sus patas cual baño matinal, Alberto le dijo, - Por fin, he concluido con los lastres de mi pasado, es momento de que tú y yo empecemos nuestra vida. – Lacroix saltó del auto, y se encaminó, Alberto lo siguió y llegaron al departamento que fuera de la Sra. Natalia, ahí se encontraba Indira, quien agradeció a Alberto por llevar a su gato, tomó entre sus brazos a Lacroix y lo reprendía por salirse. Alberto le dijo que fue el gato quien lo llevó hasta ahí. – Estoy aquí y ahora qué se quien eres, estaré siempre contigo. –Fueron las palabras que dijo Albero a Indira. Después de decir esto se despidió argumentando que regresaría por la noche, pues tenían muchas cosas que contarse.
Alberto se presentó en la oficina y de inmediato se dirigieron a su despacho Ismail y Gabriel, cerrando no precisamente para que nadie entrara, sino para que Alberto no se saliera. Le explicaron lo acontecido desde el día que desapareció Claudia, lo mal que el mismo Alberto estaba cuando estaban en la oficina del Act. Lara, del departamento de la Sra. Natalia, de la muerte de ella y de la foto, misma que tenía Gabriel, pues desde el día que Natalia murió Gabriel la tomó.
Alberto se negaba a decir algo, sus ojos estaban fijos en la foto, incluso lágrimas derramaba, Ismail tuvo que decirle que había acudido a Campeche para investigar el accidente donde se supone murieron las hijas gemelas de Natalia y el supuesto hermano sumamente parecido a Alberto.
Alberto no hablaba, sus movimientos eran lentos, su piel se veía completamente blanca y pareciera que los años se le vinieron encima, el cabello se le veía blanco también, su cuerpo se encorvaba y tal como un hombre de 90 años dijo: - me han descubierto, jamás habría delatado lo sucedido, ahora ya que más da, si Natalia e Iliana murieron está Indira y ella vivirá.
-El brujo que conociste. – le dijo a Ismail me ayudó el día del accidente, viajaba con Natalia y mis dos sobrinas, un tráiler nos embistió y sacó de la carretera. Yo quedé inconsiente por unos minutos, me desperté y pude ver el cuerpo de Natalia cerca de la carretera, como pude la levanté, pasaba un auto y le pedí ayuda para que la llevara al hospital, jamás volví a saber de ella. Después de muchas horas nos rescataron a las niñas y a mi, nos llevaron al hospital de Campeche, me dijeron que las niñas habían muerto. Yo no podía sobre llevar mi pena, y me dediqué a trabajar y cuando me ausentaba me iba a buscar a mis sobrinas, el brujo del pueblo me decía que estaban vivas, que debía encontrarlas, así que jamás descansé en su búsqueda.
Cuando la Secretaria del Act. Lara me visitó me contó que ella era mi sobrina y que ella y su hermana había encontrado a su mamá, vivían con ella, pero su madre solo tenía algunos momentos de lucidez la enfermedad se la estaba acabando, así que les había sido muy difícil encontrar su pasado y me buscaban, pero yo me cambié mi nombre, así que el día que Indira me vió en la oficina del Act. Lara me reconoció por la foto que mencionas y me buscó hasta que me contó la verdad. Su hermana Indira trabajaba con nosotros bajo otro nombre, ella me alcanzó en Campeche y allá se quedó. Indira ahora sé que además es mi vecina, aunque no le creí en un principio, no pude dejar de pensar y revivir el momento del accidente, tuve que aceptar o por lo menos creer lo que me decía y ahora quiero compensar el tiempo perdido, no pude ver a Natalia, pero sé que murió en paz, Indira ya le había contado la verdad, y aunque no se diera cuenta, Indira cree que su mamá vivió un momento de lucidez.
Gabriel e Ismael, no podían creer lo que decía Alberto. - pero y ¿dónde estaba Indira cuando murió su madre?, nosotros nos hicimos cargo de todo, la Sra. Natalia estaba sola, bueno con el gato. – Dijo Gabriel. Alberto contestó. –Estaba conmigo. Fuimos a enterrar a Iliana.
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