Implacable, demoledor. Un mazo en la cabeza al sonar la alarma. Cinco de la mañana y un frío dormido en el caño de tus huesos.
“ A las siete de la mañana se cierra la puerta” dijo el maestro a los alumnos. Saliendo de la clase se armaran grupos que revisaran a los pacientes que se encuentran internos, a los alumnos más avanzados, les daremos oportunidad de entrar al quirófano”
Cinco minutos más me decía y metía el pié dentro de la cobija, antes de que se me helara. Abrí una vez más los ojos y los cinco minutos, fueron treinta. Pasó por mi mente, una instantánea de lo que había hecho en días anteriores.
Sólo daba tiempo de lavarse la cara, la boca y salir corriendo para encontrarse con el primer autobús- dinosaurio. Caminaba como cinco cuadras y llegaba a la terminal. Caminaba a paso veloz, para que me diese tiempo de ingerir un pan con café. La mitad de las veces encontraba asiento. No era lejos a donde tenía que bajar, era el tráfico y los camiones pesados, lentos. Bajaba y en la avenida mayor tomaba otro urbano que me llevaría a la zona de los hospitales. Casi dos horas. Cinco minutos más y el mierda del maestro cerraba la puerta del salón. Varias veces le menté la madre, tanto a los urbanos, como al catedrático por dejarme fuera. Pero la mayor parte la dirigía a mí, por ser tan pendejo.
En el bus que tomé en ciudad universitaria me encontré a un viejo amigo.
- Dónde te inscribiste para llevar el curso de neumología?
-En el instituto nacional.
-Sabes que ya lo cambiaron de lugar y que esta a la salida de Cuernavaca
-¡Cómo!
- Sí, fue apenas.
-¡No mames buey!. Pero que pendejada hice.
-¡Regresate!
Bajé del autobús. Las oficinas estaban cerradas.
Falté a la mitad de clases, un tercio por quedarme dormido, el otro por el transporte y la otra porque me cerraron la puerta en mis narices. Hice el examen y cuando daban los resultados de la A a la f. sólo había pasado uno.
-Le tengo una noticia buena y una mala me dijo el maestro. ¿Cual quiere? y siguió. Le daré la buena, aprobó usted con siete una calificación sobresaliente dado que tiene más faltas que cuentas un rosario. y esa es la mala, va a repetir el curso por ausencias. Le sugiero vuelva, seguramente le irá mejor.
Salí del salón de clases dándole las gracias al maestro y prometiendo regresar. En el urbano encontré asiento en la ventanilla y él y yo sabíamos que no nos veríamos jamás.
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