-Yo voy a escribir sobre mi madre un relato.
- Hay cosas inexplicables.
-¿Por qué ha vuelto la inspiración entre tanto dolor?
-Algo se mantiene vivo y vuelve a reinventarse.
Siempre se vuelve al primer dolor, es allí donde comienza todo.
Volver a la ausencia que dejó madre, mientras de fondo suena la banda sonora de nuestra historia de amor, de una muñeca brava y un trampero mentiroso que se sintieron identificados en el alboroto y la reciprocidad de sus almas solitarias. Es difícil contener las lágrimas al recordarte, desde hoy habitarás junto al recuerdo de madre, aquel primer dolor en donde comenzó todo. Comenzar a penetrar en ese primer dolor es reconocernos a nosotros mismos, en un tiempo indefinido, transparente y vulnerable en donde nos reflejamos en aquel barro que dio forma a cada surco milenario.
A madre la desprecié por mucho tiempo, hoy una señora que perdió a su madre hace 1 año me recitó un poema que hizo en honor a las manos de la difunta, comprendí su dolor pero no me vi reflejada en él, sus añoranzas fueron las inconclusiones de las mías. Nunca sentí el beso cordial de madre, ni sus manos acariciando mi rostro, ni el calor de aquel abrazo materno que me hubiera retraído a experimentar el mismo sentimiento de los primeros meses en su vientre. Madre usó su mano para lastimar, apartar y señalar, no recuerdo un beso suyo, (la memoria de la piel lo ha borrado todo), sus manos acariciaban mi cuerpo con el látigo, su abrazo fue la necesidad de un abrigo, la seguridad ante el desamparo, ¡su abrazo fue la negación del presente!
Los infortunios pasan pronto pero si éstos han hecho un hueco en la quietud de tu espíritu, persistentes y retóricos volverán a explotar, desde la fertilidad de tu tierra interna, nuevas raíces enredarán, invadirán y contaminarán la voluntad del ser, aquélla de buscarse a sí mismo.
Serán los fantasmas del pasado que no han aprendido a descansar en paz, serán los días que van desapareciendo y se quedan atravesados en vos, pero cuando los revive un reciente dolor se intensifican hasta dejarte devastado en un precario rincón del cuarto.
A medida que voy envejeciendo y la infancia se vuelve un tiempo empañado por el sudor frío de tantos inviernos, el recuerdo de madre sigue intacto, me acompaña, me abraza, su vacío ha sido el gran desconsuelo de mi soledad, la claridad de la conciencia, la inspiración esencial de mi escritura. La madre física que veo a menudo no se asemeja a la madre abstracta que habita en mí desde los 7 años, la madre física me es indiferente, es vulgar y corriente, es promiscua y una mal viviente; la madre que habita en mí es sinónimo de claridad y desapego emocional, también es ella quién ha creado toda la basura de la que estoy hecha.
Madre habitará en mí hasta que mi cuerpo se pudra en una caja de madera y sea carcomido por gusanos esqueléticos. Madre duerme y deambula sobre el holocausto de mi mente, ésta deshabitada de afectos y atormentada de recuerdos.
Nunca podré olvidar, nunca dejaré de sentir tan intensamente esta vida que me dolerá infinitamente, nunca dejaré de escribir, porque al escribir salvo mi alma del cautiverio en el que la somete este irreconocible cuerpo.
|