Se le llamaba así, a un puesto de venta de comida, cocinada en ollas de barro los días domingo, día de mercado, en la esquina de la calle quinta con carrera segunda, frente a la escuela urbana de niñas, donde unas señoras, ese día madrugaban con sus ollas, repletas de tinto, mute, sopa de arroz, caldo de papas, cuchuco, arroz, papas, carne etc., las que colocaban de la esquina hacia arriba por la calle, ocupando alrededor de unos veinte metros.
La primera atención a sus clientes era un tinto bien caliente en pocillo de lata, y después, les servían a los comensales, quienes sus clientes principales eran los campesinos de las veredas que madrugaban a traer sus productos a la plaza de mercado, en unos platos hondos de lata, la sopa y en pandos, el seco y ellos cogían el plato y se hacían en el andén, recargados contra la pared y en cuclillas a disfrutar de los suculentos preparativos.
Los platos los colocaban sobre las rodillas, pues en este lugar no había mesas ni sillas para los comensales.
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