—¡Me tuviste! —gritó indignado el Conde de Windhide.
— ¿Y? —preguntó irónico Lord White—, ¿Qué esperabas? ¡Una promesa de amor eterno! O tal vez una unión para el resto de nuestras vidas ¿O qué?
Indignado el Conde frunció el ceño y soltó una risa ácida —Que al menos tuvieras la decencia de habérmelo aclarado y lo hubiera entendido. Dime ¿Qué fue más divertido?, verme abierto de piernas y cediendo como una puta o manchar la reputación del Duque de Windhide; haciéndolo público.
—Ambos —al oírlo, un nudo se formó en la garganta del Conde, quien apretó los puños con fuerza—, a veces las mascotas muerden a sus amos, Conde —dicho esto, se dio la vuelta y se marchó.
Si un día antes le hubieran dicho que esto pasaría; simplemente se hubiera reído. ¡Demonios! Todo cayó como un frío balde de agua fría en una mañana de invierno. Sus labios apretados y sus dientes chirriaban. ¡Traición!, y la familia real de Windhide tenía una manera especial de recuperar el honor.
Minutos después entró el Robert, hermano del Conde y Conquistador del Principado del Silencio —La ejecución será pública y tú elegirás el método.
Una sonrisa se extendió por los labios de Ian —Castración y que su cuerpo sea incinerado y mientras se le decapitará, exhibiremos su cabeza en las puertas de la ciudad.
—Un juicio justo —intervino del Duque, su padre—, ¿Quién será el ejecutor?
—Seth de Soulgosh.
—Una buena manera de probar su lealtad, después de todo eran amigos.
Horas más tardes los nobles y los habitantes de la capital estaban congregados en frente del campo de ejecución — ¡Muerte! ¡Muerte! ¡Muerte! —gritaban enardecidos, Seth de Soulgosh tragó saliva mientras sostenía la hoja para proceder a la castración.
Lord White no pensó ni una vez en retractarse ni rogar por su vida. Cuando se le despojó de sus genitales un grito desgarrador escapó de sus labios, apretó con fuerza los dientes y se retorció con fuerza. El pueblo gritaba. Desangrándose el cuerpo fue lanzado en una pila de combustible, se ató sus manos por encima de su cabeza y se lanzó un cerillo, el cuerpo comenzó a incendiarse y retorciéndose, antes de que diera sus espasmos finales; se le decapitó quedando los orbes del Lord abiertos y una expresión desfigurada.
— ¿Consideras que fue justo? —preguntó Robert.
—A veces los amos castigan a sus mascotas —contestó.
Entonces el Duque de Windhide habló a los nobles y a su pueblo —Nuestra gratitud para con nuestro pueblo es inmensa, no obstante; este es el precio que pagan los traidores, quienes se atreven a deshonrar la mano que satisface sus necesidades. La lealtad tiene beneficios, mientras que la traición se paga con la muerte.
Cuando los nobles y los habitantes abandonaron el campo de ejecución, solo quedaban Seth de Soulgosh y el Conde de Windhide. El primero de rodillas deteniendo las arcadas que sacudían su cuerpo, la bilis en el suelo.
—Sabes fingir muy bien —habló el Conde, el desprecio y el odio podía sentirse en el ambiente.
—“Justicia” —el Duque se limpió los labios con el dorso de su mano derecha—, Estás enfermo.
—No tanto, como quien introduce a un espía en mi corte… Supo actuar muy bien, dos años, te doy el crédito. ¿Acaso no eres el titiritero que mueve los hilos detrás del telón?
—Solo estás dolido, escúchate, pareces una doncella engañada…
El Conde sacó de su bolsillo un anillo de oro, con una esmeralda en el centro y lo tiró al suelo —Te equivocas, siempre… siempre acabo con el problema desde la raíz.
Los ojos de Seth se abrieron con sorpresa, se agachó y tomó el anillo, una mueca de dolor bañó su rostro —Adam —murmuró.
—Sí, Seth, Adam —fue su turno de reír— debías ver el rostro del Príncipe Adam, ahora es prisionero del palacio y créeme cuando te digo que no seré condescendiente.
—Eres…
—Debiste haberlo pensado, tú causaste esto, ahora lo pagas. ¿Debería matarte o dejarte vivir para que sufras con la culpa?
Lágrimas se esparcieron por el rostro de Seth, quien postrado de rodillas murmuró —Me equivoqué de bando.
—Debiste haberlo pensado —el Conde le dio la espalda.
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