Hasta mucho tiempo después no fui consciente de que lo que yo creía búsqueda, era, más bien, huida.
A partir de entonces empezó mi madurez. Sobre el contenido de la siguiente fase- me pregunté.
Quizá con la muerte se invierta otra vez el proceso y surja la búsqueda nuevamente. La búsqueda nuevamente, en el gran viaje. A tal efecto habrá que pertrecharse de la colaboración de alguien a menos con carnet de conducir B. A nadie falta un conductor. No hay nadie en el mundo a quien alguien no haya querido. Para ese momento- el de la muerte- hace falta colaboración. Me imagino un proceloso universo donde no es fácil orientarse sin colaboración. Quizá por ello exista el amor sobre la tierra. Para no hacer el último viaje solo. Un viaje que imagino nos conducirá a la morada de alguien querido, de alguien que nos necesite en el inmarcesible mar de la muerte.
Nacemos buscando y terminamos igual. Mientras, nos asentamos. Cuando uno se asienta, es mayor. A partir de ahí planea el viaje postrero que ha de hacer cuando sus ojos no vean, y sus piernas no lo puedan llevar. Alguien, en este mundo de simpatías inesperadas- téngalo por seguro- lo hará por usted.